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«Tiene que ser una broma», pensé entonces «seguro esto es una pesadilla. Pronto despertaré y todo será como siempre».

No entendía porqué tenía que pasarme esto, más bien, no podía creerlo. Mordí mi labio inferior. Estaba sentado en mi cama con las piernas dobladas y las abrazaba.

Llevaba media hora así, esperando despertar, pero sabía que no estaba en un sueño y estaba en la realidad. Ese dolor era real.

Volví a morder mi labio y sentí cómo empezaba a salir la sangre. Dejé que fluyera, incluso la probé con mi lengua, a pesar de que ni siquiera me gustaba tocarla. Me levanté, fui a la pared que estaba frente a mí y la golpeé hasta que mis puños sangraron. En ese momento prefería el dolor físico antes del emocional.

Alguien tocó la puerta de mi habitación, pero no quise abrir. Me dejé caer apoyando mi espalda y cabeza en la muralla y me senté una vez que llegué al suelo. Volvieron a tocar la puerta.

—¿Quién es? —grité enojado.

—Violet —respondió mi hermana de nueve años—. Abre la puerta, Joe.

—¿Y si no quiero? ¿Acaso irás a acusarme con mamá?

—Le diré a papá. Diré que golpeaste cosas, que a lo mejor destruiste tu habitación. Veamos si te gusta el regaño que te dará, sobre todo porque lo tienes casi como ídolo.

Abrí la puerta y miré inexpresivo a mi hermana. Nunca fui alguien a quien se le facilitara decir las cosas sutilmente, por lo que aunque tratara de pensar en algo decidí contarle lo ocurrido sin rodeos.

—Está muerto.

—¿Qué? —preguntó sorprendida.

—Le dispararon. Está muerto.

—¡Eres un mentiroso! —gritó y me empujó ligeramente—. Cuando papá llame le diré que mentiste... porque él no está muerto... ¡ya verás que no lo está!

—¡No estoy mintiendo! —grité y la empujé al suelo. Violet se levantó asustada y corrió a su pieza.

Salí del departamento y para cerrar la puerta la tiré con fuerza. Respiré agitado y luego caminé con pasos pesados, como si mi energía se hubiera agotado. De repente, sentí que alguien me jalaba el brazo, por lo que volteé y me di cuenta de que era Madeline, una niña que vivía cerca de mi departamento y solía jugar con Violet, así que varias veces me tocó cuidarla, aunque me fastidiaba un poco por lo revoltosa que era, además de que en ocasiones se comportaba extraño y era tartamuda.

—¿Qué quieres? —le pregunté enojado.

—¿Q-qué te pa-pasa? —me preguntó tartamudeando.

Me sorprendió que se preocupara por eso, y me pareció incluso tierno, por lo que no me explico porqué corrí mi brazo con brusquedad.

—Ve con tu hermana —le dije y seguí caminando.

—Qui-quiero a-acompa-pañarte... y saber lo que te ocurre.

—¡Y yo quiero que me dejes solo! —al gritarle, hice que llorara, pero seguí caminando y bajé las escaleras.

¿Era necesario gritarle y provocar que llorara? No. ¿Debí devolverme y quedarme con ella? Tal vez, aunque no lo hice. ¿Soy un idiota? Por supuesto que sí. ¿Estoy loco por hablar conmigo mismo? No lo creo, solo necesito pensar en todo esto.

***

Y ahí empezó la "aventura". Estaba parado a solo un par de metros del ataúd de mi padre, viendo como doblaban la bandera nacional y se la entregaban a mi madre. Los cañones de honor sonaron y empezó el descenso. Todo era tan solemne que llegaba a dar vergüenza llorar.

Yo abrazaba a mamá y sentía cómo aguantaba las lágrimas. Mi hermana Violet sujetaba fuertemente mi brazo y mi hermano Vincent se aferraba del costado izquierdo de mi madre. Mi abuela llevaba en brazos a mi pequeña hermana Lily, quien solo tenía poco más de un año de nacida.

Al terminar la ceremonia, Violet y Vincent fueron a jugar con Madeline mientras que mi madre hablaba con la mamá de Maddie. Eran mejores amigas, por lo que no me extrañaba que estuvieran siempre juntas. Yo me quedé solo mientras observaba la tumba con incredulidad.

—Joseph —me llamó un oficial, tomándome por sorpresa—, ¿estás claro que ahora pasaste a ser el hombre de la casa? De ti depende ahora el ánimo de tu familia. Tendrás que ayudar a tu madre con tus hermanos porque ella está pasando por un momento muy difícil y ellos todavía son pequeños. Ahora eres la piedra angular.

—Pero solo tengo catorce...

—Eso no importa. Ya eres un hombre y te toca ser fuerte por ellos.

Lo miré con cierto temor. Tenía miedo por lo que decía... no me gustaba la idea de tener que hacerme cargo, pero sabía hasta cierto punto que él tenía razón cuando miré a mi madre y pude ver en sus ojos la agonía por la muerte de mi padre. Ella estaba realmente destrozada y solo podía ayudarla con la familia. Caminé hasta donde estaba mi abuela y le pedí que me pasara a Lily, lo cual hizo.

Desde aquel día, todo ha sido distinto, a veces ni siquiera yo sé quién soy... o qué soy, pero no es solo por ese día, sino por los que le siguieron.

JoeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora