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Joe no había podido dormir bien durante el fin de semana, por lo que cuando entró a clases el lunes se quedó dormido casi de inmediato. Mientras dormía, su mejor amigo Matt, quien se sentaba detrás de él, le tiraba bolitas de papel con el fin de despertarlo, pero no funcionó y paró, aunque a otros les parecía gracioso y comenzaron a tirarle más pelotitas de papel. Matt intentó detenerlos, sin embargo no pudo, por lo que se estiró, tocó su espalda para que despertara y no pudo. Se estiró un poco más y perdió el equilibrio, provocando que ambos cayeran.

—¡Matthew y Joseph! —exclamó la profesora—. ¡Levántese en este instante!

Matt se puso de pie rápidamente y tomó su asiento. Joe, en cambio, estaba despertando y comenzando a asimilar la situación.

—¡Beckett, levántese en este instante!

—¿Qué pasó? —logró formular por fin.

—Ponte de pie.

—¿Ah? ¿Qué?

Joe hizo una pausa y analizó la situación. Le dolía el brazo y la espalda por la caída, aunque la desconocía y solo sabía que le dolía. Estaba en el suelo, con el banquillo encima. La profesora le estaba gritando mientras todos observaban.

—¿Qué mierda paso?

La profesora enfureció ante su pregunta.

—¡Beckett, a dirección!

***

Joe estaba sentado en la oficina del director, quien lo hizo pasar y luego le dijo que lo esperara, ya que debía ver un asunto importante.

Sentado frente al escritorio comenzó a desesperarse. Miró a todos lados esperando a que llegara mientras golpeaba la mesa con sus dedos. El tic-tac del reloj y la sensación de que el aire era denso lo desesperaba. Al cabo de unos minutos, se levantó y comenzó a caminar en círculos por la oficina. De repente, se detuvo en frente del espejo al notar algo extraño. Su reflejo no era precisamente él en ese momento. Lucía unos cuantos años mayor, incluso tenía barba, siendo que en ese momento solo podía anhelar con llegar a tener una. Hacía los mismos gestos, pero sentía que no era él. Se veía demacrado, casi moribundo. Comenzó a asustarse al no comprender lo que pasaba.

«Joseph Beckett en mi oficina... qué decepción» escuchó, por lo que volteó a ver quién era y se dio cuenta de que el director estaba entrando.

—¿Por qué según usted soy una decepción? —le preguntó Joe extrañado.

—¿Qué?

—Lo acaba de decir.

El director se sentó en su lugar y le hizo un gesto a Joe para que tomara asiento, quien no le quitó la vista de encima.

«No creo que lo haya dicho. Solo lo pensé. Que extraño que según él lo dije» escuchó nuevamente Joe y se dio cuenta de que en realidad lo estaba pensando.

—¿Puedo irme? —preguntó atónito.

—No. Verás... eres un chico que si bien siempre ha sido inquieto, nunca has dado mayor problema...

—Ni siquiera sé qué fue lo que supuestamente hice -lo interrumpió-. Yo solo me quedé dormido y desperté en el suelo.

—Sabía que debía haber una explicación.

—¿Ya puedo irme entonces?

—Me temo que no.

—Necesito irme. Ahora.

—Bien, haremos lo siguiente: solo dejaremos esto como un aviso, volverás a la clase y...

—No lo entiende. Necesito irme ahora, a mi casa.

JoeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora