Pasaban ya de las doce con treinta de la tarde y alguien, distendida sobre la cama bajo las sabanas a como su comodidad mejor le plació, seguía durmiendo. En la ausencia del ruido, a ventanas y cortinas cerradas, que impedían que la luz le molestara, Carmilla podía darse el gusto de volver a dormir con decencia. Había pasado mucho tiempo desde la última vez que disfrutó de momento parecido -demasiado, en realidad- donde el silencio era cómodo, el ambiente agradable, sus sentidos sumidos en hermosa tranquilidad. Le parecía tan lejana la última vez que pudo estar así, aquellos viejos buenos días ajenos a tanto drama y caos potenciados en donde por pequeños perfectos momentos podía encontrar algo de paz.
No iba a quejarse del amplio y cómodo colchón solo para ella, o de las frescas sabanas, o de las suaves almohadas, ni mucho menos de la pequeña colección de libros con la que dio en algún rincón de la habitación; pero de verdad no le molestaría que alguien encontrara la misma calma ocupando al menos la cama que sobraba, o que en la pantalla estuviese alguno de esos absurdos programas que a Laura tanto le gustaban.
Tres golpes huecos en la puerta bastaron para interrumpir su preciada calma.
Carmilla gruñe y voltea hacia la ventana llevándose la sabana hasta por encima de la cabeza en un intento vano por ahuyentar el profano ruido. No quería levantarse. Estaba demasiado a gusto para querer levantarse y el infame patrón de tres golpes cada quince segundos en la puerta le resultaba infernal.
- ¿Carm, estas ahí?
Oh bueno, siendo así...
Contradiciendo sus propios deseos de disfrutar de un momento de serenidad, Karnstein hizo a un lado las sabanas y camino con pesadez a donde la puerta con sus ojos amenazando con volver a cerrarse, el cabello algo desordenado y pasando por alto que todavía llevara puesta la ropa de dormir que van Hellsing les permitió usar, misma que consistía en nada más que en una camisa blanca y unos pantalones grises de chándal. Tuvo la decencia de acomodarse un poco el pelo antes de abrir la puerta repentinamente, encontrándose con Laura frente al umbral, sosteniendo en manos una especie de maleta pequeña.
La pequeña humana se quedó de pie ahí, tartamudeando en murmuro palabras cortadas, como si el buen flujo de sus pensamientos se hubiese visto pasmado con solo verla... o bien por la pena, o turbada por la forma tan súbita en que vio moverse la puerta.
-Hey... Este... ¿Cómo estás? ¿Te desperté? —Dijo titubeante.
Ay, Hollis.
-No –Mintió— Ya estaba despierta.
-Oh, bien. No bien que hayas dejado de dormir, igual podrías seguir haciéndolo porque no creo que haya ninguna clase de... Mira, Helena encontró esto en su sala de estudios.
Carmilla tomo el paquete, haciendo un fuerzo para que no se notara su gracia, dándose cuenta al abrirlo que se trataba de varias piezas de sus propias prendas personales. Miro a Laura notando que traía puesto otro de sus conjuntos de ropa, pero este era muy distinto a los que había recibido durante su cautividad en la Biblioteca. Bien, no podía negar que resultaba todo un golpe de suerte, pero eso no posponía el increíble desafío absurdo a las leyes de todo lo lógico o racional.
- ¿Cómo?
-LaF y yo también recibimos uno igual. Helena piensa que la Biblioteca tuvo algo que ver. Si lo piensas tiene algo de sentido, cosas así también pasaban antes de llegar aquí.
-No me voy a quejar. Gracias.
-Por nada, Carm.
Silencio.
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El cantar del infierno
FanfictionDespués de la tragedia en la Universidad de Silas, la Biblioteca transporta a Carmilla, Laura y LaFontaine a un lugar extraño que definitivamente no pertenece al campus. Durante su estadía ahí, descubren a su peculiar dueña, quien les ayudara a recu...