Lo que marca el tiempo

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Carmilla entro a la casa cruzando toda la planta baja, desde el comedor hasta la entrada, subiendo las escaleras que llevaban al segundo piso rumbo a la sala de estudios. Por el alrededor no corría el riesgo de que alguien la viera y dentro tampoco había ni un alma. Cerró la puerta a sus espalas y lo observó una vez más. Todo el sitio se veía exactamente igual a la primera vez que lo habían pisado. Camino de punta a punta a través de él, sin mirar de reojo siquiera las demás estanterías.

No estaba buscando algo para matar el rato. Carmilla iba por el enorme libro antiguo que estaba frente a la ventana, mismo que probablemente tenia lo que buscaba. Ni siquiera había necesidad de revisar el resto de documentos que invadían el cuarto desde el piso hasta el techo, era más que obvio que el gran volumen al final tenia elevada importancia, por su tamaño y antigüedad.

Suponía que en él podría encontrar el método que debió volver a darles vida a Bathory y a Dracul, que con un poco de suerte también podría descifrar para resucitar a su hermana. A Carmilla nunca le había gustado mucho meter las narices donde no le llamaban, pero la situación lo ameritaba. Habría sido más practico si tan solo se lo hubiese explicado a van Hellsing, pero correría el inminente riesgo de revelar su verdadera conexión con Lilita Morgan a un importante cazador de monstruos cuya sospechosa afición por la Universidad de Silas no era para nada tranquilizante.

Consciente estaba de que estaba allanando una habitación sin permiso, encima buscando algo que no le pertenecía, pero eso no podría considerarse ningún tipo de delito si solo intentaba memorizar uno o dos manuscritos. Sería como tomarle una fotografía a algún objeto valioso de un museo –que era exactamente lo que planeaba hacer— con otro objetivo más que como recuerdo, en un museo donde precisamente no se permitía tomar fotografías.

Con bordes mal tratados y paginas amarillentas, el libro se revelaba a la luz natural que entraba a través de las cortinas a medio cerrar. Estaba abierto a la mitad y era, en efecto, bastante grueso. Bien podría confundirse con la versión extendida de una Biblia que le ha pertenecido a la familia de generación en generación, solo que esto debía ser lo más alejado posible a una Biblia. Debía tener alrededor de ochocientas o mil páginas, todas escritas en viejo papel pergamino, y el contenido era una preocupante variedad de símbolos, números, formulas matemáticas y dibujos de lo más raro, la gran mayoría de criaturas aterradoras.

Las paginas donde estaba tenía un enorme símbolo completamente ajeno a su conocimiento, una serie de trazos abstractos que iban por aquí y por allá en una simetría tanto matemática como oscura y complicada. Alrededor había algunos párrafos de texto con simbología y lenguaje antiguo, que posiblemente debían ser algún tipo de teoría o instrucciones de uso.

Carmilla observo durante un rato el contenido pareciéndole que le tomaría una eternidad poder hallar lo que buscaba. Dudaba que se hubiese encontrado directamente con algo útil, pero hasta pendiente le daba pasar a la siguiente página por temor a encontrarse con alguna imagen todavía más escalofriante; de hecho, empezaba a sentirse mal.

Sin embargo, luego de centrarse bien en el extraño texto –ignorando los repentinos síntomas de malestar—, sorprendentemente logro entender algo. No eran símbolos extraños ni lenguaje ajeno a ella, ya lo había visto antes. Podía traducirlo.

Carmilla sonrió cuando se dio cuenta que su trabajo no sería tan complicado después de todo. El libro estaba escrito sumerio.

-Si fuera tú, no me atrevería a tocar eso.

Karnstein dio un brinco y automáticamente perdió la concentración debido al repentino sobresalto. Rápidamente se dio la media vuelta dándole la espalda al libro, terminando por encontrarse de frente con el gigante de ojos rojos, que esta vez se había molestado en ponerse zapatos.

El cantar del infiernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora