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Al parecer no solo era divertida, también era buena amiga y daba buenos consejos. Recuerdo el día en el que se apareció sola, sin libros, sin nada. Me llamó la atención. Cuando no estaba estudiando, leía, o estaba acompañada. Pero jamás se sentaba a simplemente usar su teléfono.

De pronto se paró y saludó a una amiga, la muchacha alta que varias veces se había presentado por allí, incluso alguna que otra vez sola sin estar acompañada de mi chica de la librería.

Su amiga lloraba y mi chica (tal vez no debería llamarle mía, pero se sentía tan bien) la consolaba, para después darle un en apariencia muy convincente discurso que lamentablemente jamás llegué a escuchar.

Me habría encantado discutir con ella sobre sus opiniones, darle las mías, incluso ayudar a su amiga. Lamentablemente eso no era posible.

 Lamentablemente eso no era posible

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La chica de la libreríaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora