Capítulo 5

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Era viernes por la tarde.
Hoy tanto mi novio como mi mejor amiga, se iban de viaje a la costa. Decidí acompañarles a la estación de tren.
Esperábamos la hora. El tren saldrá en diez minutos.
- Vámonos o perderéis el tren.
Asienten. Cogen sus maletas y juntos nos dirigimos hacia la escalera mecánica.
- ¿Te puedo decir una cosa antes de irme, Charlotte?
- Claro.
La verdad que me pilló de improvisto. Desde que llegamos a la estación todo han sido bromas y risas.
- Creo que...bueno. Estas semanas... He sido muy tonto por darles importancia a cosas que no deberían tenerla.
- ¿A qué te refieres?
- A West. Nunca debí dudar de ti y de tus sentimientos hacia mi. Pero lo hice. Y te quiero pedir perdón.
Se me formó un nudo en la garganta. Confiaba en mí y yo casi le traiciono.
- No pasa nada.
Pude decir sin llorar.
- Tenía miedo de perderte.
Llegamos al final de la escalera mecánica. Al otro lado del control solo pueden pasar los que tienen billete. Es el fin del camino para mí y el principio para ellos.
Aaron se acerca a mi y nos damos un beso intenso en los labios. Luego me despido también de Giselle.
- Te llamo cuando llegue, amor.
- Muy bien.
Me da otro beso en la boca. Entregan los billetes a una azafata, los revisa y se los devuelve. Aaron me sonríe y se aleja de mí. Colocan las maletas en la cintas y los dos me saludan con la mano. Yo hago lo mismo.
Un adiós final y sin sonido, tras la puerta de cristal. Ya les echaba de menos.
Vuelvo a casa andando con la angustia de sentirme sola.
Mientras volvía a casa, inevitablemente, la imagen de West llega a mi mente.

Me daba bastante pena dejar a mi mejor amiga Charlotte. Se ha perdido demasiadas cosas a causa del patinaje.
Aaron y yo caminamos por el andén.
- Buenas tardes. Coche seis, asiento 3A. Que tenga un buen viaje.
Me indica la azafata, casi sin mirarme.
Bajamos hacia las vías. Quedan menos de cinco minutos para que salga el tren. Andamos hasta el vagón número seis y subimos tras saludar a otra azafata, está mucho más simpática que la anterior. Aún no hay mucha gente. Buscamos nuestros sitios. Al parecer nos han tocado asientos contiguos a Aaron y a mí. Nos sentamos.
El tren sale a las siete en punto, en el mismo instante en que le suena el móvil a Aaron. Lo coge y responde:
- Espera un segundo.
Dice en voz baja, se pone de pie. Nos miramos y sonreímos. Seguramente se tratará de Charlotte. Lo tiene que estar pasando fatal, pero es su elección y no puedo hacer nada al respecto.

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