5-Cómo hielo y benceno

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Las cosas sucedieron de forma inesperada, nos encontrábamos en el aeropuerto, mis hermanos jugueteaban de un lado a otro, Yélik se ocupaba del papel de niñera mientras yo compraba los boletos, después de aquello todo se dio con normalidad, esperamos unos minutos, y de pronto ya era hora de subir al avión, sin embargo algo me extrañó, en un momento de distracción logré observar algo curioso, el lugar que ocupaba la disponibilidad de nuestro vuelo había cambiado a cancelado, pero rápidamente volvió a su estado original, no le di importancia y seguí por las puertas metálicas que se hallaban frente a nosotros, la suerte nos había favorecido, estábamos sentados los cuatro en la misma fila y uno seguido de otro, las caras sonrientes de Gian y Soun hicieron feliz a mi corazón, desplazando todo sentimiento de inseguridad hasta el momento, Yélik se encontraba de manera similar al no tardarse mucho en demostrar una sonrisa, el tiempo se apresuró, la voz de la azafata por el parlante me despertó indicando que era hora de aterrizar, pero allí comenzó, la ansiedad y el terror no se hicieron esperar cuando las turbulencias comenzaron, los gritos, llantos y maldiciones no tardaron en oírse, mis acciones fueron tardías pero efectivas, seguramente no abroché bien el cinturón, ya que se deslizó rápidamente de su lugar cuando me precipité al cubrir a los tres con un solo abrazo, no viendo la hora del impacto inminente las lágrimas se hicieron presente y un te amamos de mis hermanos fue correspondido por uno mío a la vez que un agradecimiento se alcanzó a escuchar.

Segundos, minutos, quizás horas, no sabría decirlo, mis párpados se abrieron, un techo rocoso y lleno de estalactitas fue lo primero que vi, pero los recuerdos aparecieron como flash en mí, así que de lleno me levanté solo para volver a caer, el que no lograra dar un roce con el suelo me sorprendió de la misma forma en la que unos brazos lo habían hecho al tomarme entre ellos, mi vista era borrosa y volvió a desaparecer, pero esta vez no me despertó una suave voz, sino más lamentos, alaridos y sandeces, pude deducir que estaba ocurriendo un ataque, más consciente me concentré en el ambiente, Soun, Gian, y Yelík estaban recostados en las paredes de aquel pequeño lugar, masculus en su forma híbrida propinaban disparos a los presentes, y frente a todo ello habían seis que parecían defendernos, el cuerpo me dolía, las punzadas no paraban, el sudor frío menos, pero quedarme quieta ante todo era de débiles, cobardes y estúpidos, no salí de aquella mansión para vivir como una retraída asocial, así que de alguna forma llegué a levantarme cuidadosamente, pero con cada paso que se hacía más liviano, sentía que estaba cambiando, de pronto me encontraba en otra forma, no tardé en alzar mis brazos para observar aquel pelaje claro y las garras afiladas, quedarme atrapada en el momento no habría valido de nada, así que alzando la vista busque aquellos brazos que habían evitado un posible hematoma, y aun así cuando encontré al dueño no lo pude reconocer por algo más que aquel detalle, se encontraba de forma similar a mí, un pelaje albo y un par de caninos fue lo único que alcancé a mirar cuando algo me impactó el cuello y volvía a caer como un saco, aquella sensación de poder se había ido de la misma forma en la que llegó, rápida y misteriosamente, sin embargo esos brazos volvieron a sujetarme llevándome consigo a desplomarnos sobre la nieve que se encontraba al exterior de aquella cueva.

- [Fin del flashback, en algun lugar desconocido...]

Me siento como un saco de box al que han usado demasiado, mi cuerpo no para de temblar, y el dolor no se queda en el nivel psicológico, los huesos toman formas extrañas, esto es antinatural. Alzo la mirada tanto como puedo,distingo un cuarto enorme de color lavanda, mesas de concreto de cerámica negra, en cada una un cuerpo, deseo que no sean cadáveres, pero de pronto un minúsculo chorro rojo sale de uno de ello, y confirmó lo peor, lo que parecían doctores o más bien científicos, vestidos de un blanco opaco y con un numero de colores a sus espaldas, serán por lo menos unos diez, me observan como una cosa rara pero al mismo tiempo fascinante, mi vista borrosa no dejó de centrarse en ellos hasta que los susurros de alguien a mi lado, sobre otra mesa llegaron a mis oídos, y a los de uno de ellos, la respuesta dada no fue inesperada.

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