El festejo

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-¡Felicidades, hombre!.

-¡Vaya que eres muy listo!

-¡Esto lo debemos festejar!

La gran mayoría de los presentes, felicitaba en aquella oficina al joven hombre de 28 años.
Ramiro Moncada había abierto un pequeño estudio de fotografía. Y contra todo pronóstico logró llamar la atención de muchos políticos, artistas de la farándula y hasta paisajistas. Ya que su estilo era muy bueno.

Además de ser un buen fotógrafo que había logrado pocisionarse entre uno de los mejores del mercado, era muy fácil trabajar con él.

Y es que Ramiro además de ser talentoso, es guapo.
No de esos machos ultra exóticos con carácter violento y que repentinamente se transforma en un dulce tras enamorarse.
No, no. El es un chico amigable, desinteresado, solidario y algo ingenuo.
Desgraciadamente la mayoría de sus ex amantes abusaban de ese rasgo.
Ya que por su carácter dulce y confiado ellos lo aprovechaban para dejarlo en bancarrota, conocer a algún famoso y brincar socialmente o engañarlo con otros.

Ramiro tenía una debilidad le enloquecian los femboy.
A su juicio eran más dulces que las chicas, y muchas veces más femeninos que estás.
Por desgracia también eran mas infieles.

-¡Vayamos al nuevo club burlesque que abrieron cerca de aquí, sugirió César Bazan, el mejor amigo de Ramiro.
-Dicen que hay tanto chicas de pechos descomunales, como chicos de esos que te gustan Rami, miraba de reojo a su amigo, mientras que este se encontraba revisando en su ordenador unas fotografías que debia de editar para exibirlas en la galería.

-Mmmm, no estoy interesado, Ramiro fruncia el ceño mientras veía y repasaba cada fotografía; para así descartar cuales usaría y cuales no.

-¡Vamos chico! Todos esperamos que el jefe acepte César palmeaba la espalda de su joven amigo, para animarlo -Después de todo conseguiste al estudio un contrato con una revista de fotografía muy importante.

Ramiro suspiro y paso sus dedos entre sus cabellos.
-¿Dices qué hay femboys?
Pregunto este con un poco de interés.

-Sí, creo así les llaman ustedes los gays. César se esforzaba por llamar la atención del fotógrafo.
-Además dicen que todos ellos son muy bonitos, y que las mujeres son de belleza inigualable.

-Bueno esta bien si aceptan ir a ese lugar.
Nos veremos ahí a eso de las 22:00 horas.
Llama y haz las reservaciones para los que acepten. Ramiro siguió revisando sus recientes fotografías.
Tendría que editar muy poco. Ya que la galería exhibiría fotografías inéditas de viejos ex presidentes en varios momentos de sus vidas.
Las fotografías eran a blanco y negro.
Una de ellas mostraba a un hombre con su nieto en las piernas, leyendo un libro infantil. Esa era su fotografía favorita.
Le recordaba a su abuelo. Un brillante fotógrafo con más deudas que oportunidades el hombre que lo acogió cuando su propia madre lo rechazó diez años atrás al revelarle que es gay.

-Yo no lamento tener un nieto gay, dijo el hombre mayor al abrazar a su nieto que lloraba ante el rechazo de su madre. -Lo que realmente lamento es tener una hija tan estúpida insensible.

Esas palabras lo sostuvieron moralmente toda su carrera.

Volvió a concentrarse en la fotografía.

No la editaría, era perfecta.


En aquel lujoso teatro había revuelo tanto de día como de noche.
Era agradable ver a los integrantes de el Circo, como se llamaba esa compañía tetatral, se llevaban como una familia.

En la administración y recepción las llamadas para pedir reservaciones eran continuas.
Y es que Matias Betancourt había heredado ese viejo teatro de su madre, una hermosa actriz y bailarina exótica.
Aún con toda su fama de puta, la mujer fue una excelente mamá. Ya que el prejuicio de las personas tanto por su profesión, como por las personas a las que contrataba, no mermaron sus ganas de transformar los destinos de muchos de ellos.

El CircoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora