*~Narra Ciel~*Todo era dolor en mi interior; aspiraba desesperación, espiraba culpa y tragaba confusión por lo ocurrido.
Aún no había logrado superar la horrenda noticia. No lloraba por cualquier cosa, pero esto era algo especial.
La madre de Elizabeth siempre se había comportado de forma excelente con mi persona, y era digna de respeto.Parte del poco cariño que me quedaba para dar se lo entregué a ella, ya que era la figura familiar más cercana que tenía, aparte de mi prometida.
En el fondo, debo decir que la tenía mucho, mucho afecto.
Un cuarto de ese disgusto mío se debía al probablemente destrozado corazón de Lizzie. Sabía que era una chica muy sensible, y esto habría dejado rota su débil alma.La causa de la muerte aún se desconocía, simplemente me enteré de que se había encontrado su cadáver en la sala de estar de su mansión. Lo que más me sorprendió en el momento de la llamada fue que, aunque estuviera a una gran cantidad de metros de distancia, pude oír los sollozos desconsolados de la pobre Lizzie.
Todo fue muy rápido, justo antes de marchar, por lo tanto, no me fue posible anular la misión.
Me sequé las lágrimas en los brazos de Sebastian.
-Maestro... -murmuró-. Como ya le dije, en cuanto finalicemos nuestra pequeña "tarea", iremos de inmediato de visita. La reina insistió verdaderamente en esta misión en concreto, no deberíamos defraudarla. Recuerde que está en su momento cumbre -concluyó Sebastian con el ceño fruncido.-Exijo poder hablar personalmente con mi prometida al llegar al barco. ¿Queda claro? -pregunté, todavía agitado.
-Por supuesto, maestro.Pasó un buen rato, al menos unas horas. Terminamos apeándonos en el puerto, donde nuestro barco nos esperaba pacientemente.
Sebastian me acercó el bastón y comencé a caminar hacia el gran transporte.
Un hombre alto y con expresión seria nos enseñó las instalaciones, y finalmente nuestro camarote.
Era grande y espacioso, justo como le pedí a mi mayordomo, y poseía una gran cama matrimonio. De momento, todo parecía ir viento en popa.-Si el señor lo desea -comenzó el hombre- dispone de un servicio telefónico instalado en la pared contraria. Sin más que decir, me despido. Que tengan una agradable estancia.
-Gracias por su servicio -dijo Sebastian educadamente.
Despidiéndose con un portazo, el señor se marchó a gran velocidad.-¿Quiere que le deje solo, mi bocchan? -preguntó el demonio.
-Por favor -repliqué, impaciente por llamar a Lizzie.
Sebastian, sonriendo con malicia, salió de la sala tranquilamente.Con las manos sudorosas, marqué el número de la mansión de Elizabeth, esperando un largo tiempo a comunicar con ésta.
-¿Dígame...? -dijo la voz profunda de su sirviente, Jules.
-Buen día. Soy Ciel Phantomhive, el prometido de su ama. ¿Podría ponerse al teléfono, si no es molestia?
-Hmm, sí, espere un momento por favor.
Esperé como me indicó el hombre. Vaya que si lo hice...
Estuve unos minutos sin recibir respuesta, los cuales fueron muy tensos. Cuando me disponía a colgar, la voz agitada del mayordomo volvió a la línea.
-Mi señor... Tenemos un problema -dijo muy nervioso.
-No me haga usted esperar. ¡Dígalo!
-¡La señorita Elizabeth no está por ninguna parte!
-¿Có...? ¡¿Cómo?! -exclamé con sorpresa.
-No lo sabemos, señor... ¡Sólo hemos encontrado su ventana abier--!Colgué el teléfono con rabia y desconcierto. Grité el nombre de mi mayordomo al borde de la desesperación y él vino enseguida.
-¿Qué ocurre?
-Coge el equipaje, nos vamos de vuelta -contesté nervioso.
-Pero... ¡bocchan!
-¡...Es una ORDEN! -chillé, casi silenciando a la persona que llamó a la puerta.
Oímos unos sonidos extraños, parecidos a los de una tela al moverse con fuerza y unos sollozos ahogados.
Sebastian se apresuró a abrir, poniendo los ojos como platos al ver lo que había al otro lado.Me asomé deprisa, no pudiendo creer lo que veían mis ojos.
Lizzie estaba ahí fuera, llorando a lágrima viva, amordazada y...
Ensangrentada.
ESTÁS LEYENDO
Marea Alta (CielXSebastian)
FanfictionCuentan que las historias de amor son inacabables, igual que el mar. En este nuevo fic, Ciel y Sebastian se enfrentarán a un tremendo oleaje de problemas, y para seguir disfrutando el uno del otro, tendrán que acabar con ellos.