Capítulo 5: Medicina

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*~Narra Sebastian~*

Noté cómo un escalofrío recorría el cuerpo de mi maestro cuando el dulce pero molesto gruñido de la señorita Elizabeth resonó en la sala. Ambos nos incorporamos, y presentí cómo un torbellino de sensaciones agridulces revolvía el corazón de bocchan.
Éste no sabía cómo proceder; la situación era tremendamente embarazosa, aunque él estaba rebosante de alegría al verla despertar.

Recolocándose tan rápido como pudo, se apresuró a recibir con cariño (demasiado, en mi opinión) a su prometida.
-¡Elizabeth! ¡Por fin despiertas! -exclamó.
-Ughnn... -gimió la chica con su voz chillona-. ¿Ci-Ciel...?
Mi amo recordó al instante la posibilidad de que nuestra "actividad" la hubiera despertado. Empezó a balbucear, demasiado nervioso para articular palabra. Qué adorable...
-Estoo, ¡sí! ¡Sí, soy yo! -soltó, temblando-. El silencio que había antes era frío y cruel hasta que escuché tu linda voz -me miró con furia al verme, ya que estuve a punto de lanzar una sonora carcajada.

-¿...Uh...? Oh, cielito, qué tierno eres... -susurró casi sin ganas la señorita, aunque sonriendo.
Buscó a tientas la mano de mi maestro, y él le cogió la suya con cuidado.
-Ciel... ¿y mamá...?
Cuando pronunció esto, el ambiente se tensó aún más. Bocchan tragó saliva, amargo.
-Lizzie, ¿no recuerdas? -dijo de la forma más calmada que pudo-. Tu madre ha...
La niña ahogó un grito, y todos los recuerdos del incidente volvieron a su cabeza, reconstruyéndose en su mente. Sus ojos se llenaron de lágrimas, y comenzó a llorar.

-Lizzie... Lizzie eschúchame... Cálmate, y cuéntame lo que pasó -murmuró el muchacho, sorprendentemente afligido.
-¡Ay, Ciel...! ¡Fue terrible! -consiguió pronunciar la otra a duras penas tras unos largos segundos-. ¡Oímos un tiroteo y...! ¡YYYYYyyyy...! -sollozó.
Armado de paciencia, mi amo insistió.
-Me interesa más el por qué desapareciste, querida -susurró con un tono bajo.
Elizabeth tomó aire entre sollozos.
-¡Ellos...! ¡Ellos vinieron...!
-¿Quiénes, amor, quiénes?
-¡Los hombres malvados...! -exclamó. Ese dato no ayudaba demasiado, aunque poco después prosiguió-. ¡En-Entonces... ¡me cogieron y-yy...!
-¿Y... qué?
-¡Me pegaron... y... desperté atada...! -lloró-. Lue-Luego... sacaron un cuchillo y... ¡AAHH! -se agarró con dolor el vientre, rozándose la herida.

-¡Cuidado! No la toques o no se curará -advirtió Bocchan, preocupado-. ¿Te hicieron esto?
Lizzie asintió fuertemente con la cabeza, hundiéndose en un profundo dolor mientras seguía llorando desconsolada.
Mi amante (como me gusta llamarle) apretó los puños, visiblemente furioso.
-Sebastian, creo que ella ha sido parte de una amenaza contra mi familia -gruñó-. Malditos canallas...

-En efecto -respondí, analizando los peligros que rodeaban a mi amo-. Debemos proceder en esta misión con precaución, mi señor.
Bocchan entrecerró los ojos mientras abrazaba con suavidad a su prometida.

Después de un buen rato intentando calmar a la señorita, el doctor llegó de nuevo.
-Oh, veo que ya ha despertado. Acabamos de contratar a un grupo de agentes que les protegerán amte cualquier posible riesgo. Ah, y tomen la lista de las sustancias que vamos a proporcionarla.
Cogí el papel, leyendo por encima los nombres de los extraños medicamentos. Polytrumus... ¿acaso eso no servía para tratar la locura?
-Perdone mi molesta interrupción, señor doctor -murmuré-. Y mi impertinencia, ya que no soy médico como usted, pero tengo conocimientos básicos de medicina.
Señalando el nombre en la lista, alcé la voz para que bocchan me escuchara.

-¿Acaso la señorita tiene demencia alguna?
Mi maestro giró la cabeza hacia el hombre, atónito.
Éste se aclaró la garganta.
-Como bien ha aceptado usted, no posee un título oficial de medicina -dijo con voz ronca-. Por lo tanto, si me permite decirlo, no está en un buen lugar para reprochar ese tipo de cuestiones. Ahora, si me discul--
Mi voz resonó de nuevo mientras sujetaba su cuello contra el muro.
-No me trate como a un idiota. El polytrumus, como acabo de mencionar, sirve como medicina para los locos, no para alguien como ella. Y, como buen médico que es usted, debería saber que la cantidad de dosis que se la iba a proporcionar es mortal y completamente letal. ¿...Me entiende, no?

El hombre asintió cobardemente, temblando de miedo bajo mi mano enguantada.
-Ahora, quiero que me dé el nombre de todo el personal médico que trabaja en este barco. Inmediatamente.
Titubeó, pero lo soltó todo en varios gemidos desesperados. Lo solté con desprecio, adivirtiéndole de lo que le pasaría si volvía a intentar algo de nuevo mientras se escapaba a rastras por la puerta.

Mi amo, desconcertado, se acercó a mí.
-Si de verdad hubieran querido matarla, no habrían escrito eso ahí -susurró.
-Cierto... Entonces, ¿quién lo hizo?
Una voz chillona gritó desde el pasillo. Creímos entender un "De nada" a la vez que se alejaba en la distancia.

Suspiré, visualizando al muchacho rubio corriendo por el pasillo acompañado de su mayordomo.
Al fin y al cabo, ese Trancy no era tan peligroso como creía.

No era tan peligroso...

Marea Alta (CielXSebastian)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora