*~Narra la autora~*Ciel finalizó colocándose el lazo de su traje, mirándose al espejo con amargura.
Era el día en el que debían cumplir con el objetivo de su misión; asesinar a un peligroso enemigo de la corona inglesa.El individuo se trataba del cabecilla de una pequeña aunque poderosa organización llamada N.U F. (Nigromantes del Ultimátum Final), la cual poseía una cantidad masiva de sustancias químicas peligrosas que ellos mismos creaban.
Su objetivo era derrotar al reino inglés, para apoderarse de todos sus fondos y mercancías. Se hacían llamar "nigromantes" porque fueron de los primeros en empezar a idear una manera de revivir a los muertos, aunque no tenían los recursos suficientes para llevarla a cabo.
Si se eliminaba al jefe de la organización, toda ella se vendría abajo con él. Lo apodaban "Mortis", por su apariencia esquelética y aspecto dominante como la misma muerte.
Ni el joven conde ni Sebastian le habían visto aún en el barco. Como bien les comunicó Alois, a las tres se celebraría una ceremonia en la que uno de los ministros daría un discurso. El blanco perfecto para comenzar a desmantelar al gobierno de Inglaterra, y por supuesto, el señor Mortis no iba a faltar para la ocasión.
Se advertía del peligro que tenía el enfrentarse a este hombre, ya que estuvo trabajando durante un tiempo para el servicio secreto inglés, y sus habilidades como asesino eran excepcionales.
Sebastian, con una expresión seria en el rostro, echó un vistazo a su reloj de bolsillo.
Las dos y media.
-Maestro -murmuró-. Debemos ir yendo hacia el lugar de la ceremonia.
El muchacho tomó aire, asintiendo.Sin decir palabra, cargó su arma de fuego y se dirigió hacia la puerta.
El mayordomo, a punto de girar el pomo, miró consternado a su amo.
-Bocchan -susurró-. Le ruego que no se separe de mí. Debemos proceder con precaución.Ciel apretó con fuerza la muñeca de Sebastian, mirándole a los ojos fijamente con ternura.
Finalmente salieron, esta vez con más precaución que el día anterior.Justo al otro lado del vestíbulo, una puerta se había dejado entreabierta por una simple rendija. Suerte que no había nadie demasiado cerca para escuchar los sonidos del interior.
Alois se encontraba abrazado a su mayordomo Claude, ambos besándose en los labios con pasión.Llevaban así un buen rato, todo había que decirlo.
El mayor dejó un mordisco en el cuello del menor con suavidad, éste gimiendo y moviendo las caderas hacia la entrepierna del contrario.
-Mi alteza -susurró el mayordomo en su oído-. Nos estamos retrasando para el acontecimiento de hoy.
-Me da exactamente igual -respondió, arrastrando sus manos por el torso de Claude.Siguieron sedientos de placer en su nido de amor, tocándose mutuamente y dejando los minutos pasar.
***
-Sebastian, ¿lo has visto ya?
-Aún no, maestro.
La pareja andaba buscando frenéticamente con la mirada al enemigo, dándose toda la prisa del mundo.
-¿Cuánto falta para que comience el discurso? -preguntó Ciel.
-Exactamente 4 minutos.El chico bufó, incapaz de identificar al objetivo. Había demasiada gente.
De repente, divisó el rostro de un hombre que parecía estar sacado de un cementerio.
Los pómulos exageradamente marcados como dos ladrillos en su cara, ojos hundidos hasta el mismo fondo del cráneo, nariz angulosa y boca horriblemente torcida.Ciel, poniendo una mueca de disgusto, tiró de la chaqueta a Sebastian.
-Lo he localizado -susurró-. Es aquel hombre situado tras el pedestal.
-Afirmativo. No lo perderé de vista -replicó el mayordomo.Lo cierto es que el muchacho no podía apartar la mirada de aquel varón. Su presencia le producía incomodidad, y cuanto más lo observaba, agobio.
Una sensación de ahogo comenzó a arañar la garganta de Ciel, haciendo que se sintiera falto de aire.Entonces, ocurrió. El hombre posó sus ojos sobre él. No sabía cómo podría haberle detectado, pero lo hizo.
Tras un par de segundos, le dirigió una sonrisa rota, y sus ojos taladraron la mente del joven.
El conde ahogó un grito, casi derrumbándose en el suelo.
-¡Bocchan! ¿Qué ha ocurrido? -exclamó Sebastian, preocupado.-...N-no lo sé... ¡AGH! Mi cabeza... -gimió.
-No podemos abortar ahora, estamos tan cerca...
Ciel se incorporó con su ayuda, esta vez evitando encontrarse de nuevo con la mirada de aquel Mortis.
-Esa cosa no puede ser humana -jadeó-. Sebastian, créeme, ESO no es normal...El otro probó a mirar de nuevo al susodicho, pero había desaparecido. Gruñó entre dientes, furioso.
-¡Maldita sea! ¡Le hemos perdido!
-Demonios, tenemos que localizarlo o Dios sabe qué hará si no lo detenemos.Observaron con horror cómo el ministro ya se estaba colocando sobre el pedestal.
-Oh, no...
-¡Damas y caballeros! -comenzó-. ¡Saludos! Es tremenda la dicha que siento ahora mismo en mí al verles aquí reunidos.Sebastian buscó desesperado al asesino, pero no lograba localizarlo de nuevo.
-Diablos, ¡no veo a ese canalla! -murmuró histérico el niño.
De repente, se escuchó el sonido de una pistola. La gente se agachó, gritando, y el mayordomo notó cómo Ciel soltaba un gemido ahogado mientras su cuerpo se agitaba.Con el corazón en la garganta, Sebastian giró rápidamente la cabeza para observar a bocchan.
Su mirada, ahora perdida, se dirigió al rostro del sirviente. Exhalando de forma suplicante, Ciel cayó sonoramente al suelo.El mundo del mayordomo se derrumbó. Se lanzó sobre sus rodillas para sujetar el cuerpo inconsciente de su amor, con una sensación de furia y rabia subiéndole por la tráquea.
Abrazando el cuerpo aún con vida de Ciel, dirigió su mirada hacia una figura con un arma en la mano, ésta sonriendo con unos dientes amarillentos.-...Tú...
-¡Michaelis! -gritó Mortis-. Cuánto tiempo sin verte.
Alzó una mano, haciendo que el mayordomo levitara. Arrastró su cuerpo hacia él bruscamente con maldad.
-Vaya, pobrecito. Pareces un perrito asustado que acaba de perder a su dueño -rió con voz seca y desagradable.
Sebastian jadeó, furioso.-Hablando de perros... ¿Qué tal tu madre? -replicó, enojado.
El extraño ser le estampó contra el suelo.
-No empieces a hacer que me enfade, Michaelis. Te recuerdo que tengo la vida de tu estúpido crío en mis manos.Sebastian saboreó con dolor la madera que cubría el barco.
-Te dije que te alejaras de él, Yriel -gruñó, sus ojos carmesí brillando con ira.-¡No pensé que recordaras mi nombre, Sebastian!
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Marea Alta (CielXSebastian)
FanfictionCuentan que las historias de amor son inacabables, igual que el mar. En este nuevo fic, Ciel y Sebastian se enfrentarán a un tremendo oleaje de problemas, y para seguir disfrutando el uno del otro, tendrán que acabar con ellos.