#1

257 18 1
                                    

Se sentía bien aquella mañana a pesar de que aún era temprano cuando salí de casa. El abrigo me tapaba del gélido viento invernal que azotaba las calles de aquel tranquilo distrito donde se había instalado mi amiga, apenas un año antes. Iba en dirección al centro, por lo que tenía que coger el metro, cosa que odiaba ya que era incómodo compartir vagón con personas medio dormidas, lentas e incluso a veces maleducadas.

Aún no me había acostumbrado a la viva y transitada Seúl, que a aquella hora de la mañana me daba los buenos días. A pesar de eso, me había integrado bien, todo lo bien que se podía integrar una persona occidental en un país asiático, o eso creía yo, no podía quejarme.

Habían pasado dos meses desde que me había mudado aquí, dos meses en casa de Eun So y aunque ella decía que lo importante era que yo primero me integrara bien en la forma de vivir de aquí, me negaba a vivir gratuitamente en su apartamento -ahora de las dos- sabiendo que no era barato tener un piso en este barrio donde ella se había instalado con anterioridad, por lo que me propuse buscar un trabajo en Hongdae.

Y allí estaba después del viaje en metro, enfrente del escaparate de la tienda de música, maravillándome por todos y cada uno de los instrumentos que albergaba su interior. Había de todo, desde guitarras eléctricas, pasando por los más elegantes teclados, hasta el tipo menos conocido de la familia de viento. Incluso en una de las esquinas se podían apreciar puestas en fila, tres guitarras españolas brillantes que llamaban toda la atención, con su caja brillante y sus mástiles gruesos, listos para ser tocados.

Suspiré, esta era mi casa.

Mis pies de repente empezaron a caminar y sin darme cuenta estaba dentro de la tienda, mirándolo todo a mi alrededor. Toqué la nota FA de un teclado y una presencia se puso a mi lado, sobresaltándome.

—¡Hola! ¿Está buscando algo en especial? ¿Sabe tocar el piano? —un señor de unos 60 años de edad me miraba desde detrás de sus gafas. Lo miré como si tuviera dos cabezas.

Asentí sin saber muy bien qué hacer.

— ¿Entiende de música? —preguntó con un extraño brillo en sus pequeños ojos. Asentí desconcertada.

—Bueno...un poco.

Él sonrió

—Este barrio... —miró alrededor de la tienda—. Está cargado de jóvenes, muchos extranjeros. ¿No crees que la tienda necesita estar a la altura? —Seguí plasmada— ¿Vive aquí o es turista? —Pestañeé por el bombardeo de preguntas que ese señor de baja estatura me estaba haciendo— La verdad estaba pensando en contratar a alguien joven...

—Lo siento señor, pero no le comprendo. —respondí separándome un poco de él con disimulada incomodidad.

—No te preocupes, no hay nada que comprender —puso una mirada misteriosa y sus ojitos volvieron a brillar—.Yo estoy viejo y mis hijos no quieren hacerse cargo de la tienda de música, a ellos les va más lo de carreras universitarias —se rió como si fuera un chiste y de repente paró, entrecerrando los ojos y mirándome—. Entonces, ¿No te gustaría ayudar a este pobre viejo? ¿Hacerle ese favor?

—¿N-no es un poco apresurado?

Se rió jocosamente y negó con la cabeza.

—Dime niña, ¿Qué podría salir mal?

* * *

2 horas más tarde me encontraba en un café, con un recién adquirido trabajo y esperando a mi amiga que como siempre llegaba tarde.

Lo de hoy había sido surrealista. ¿Trabajo sin buscarlo? ¿En Seúl? Yo esperaba empezar repartiendo folletos...Aún no me podía creer la suerte que había tenido. Además era el trabajo perfecto para mí, entre música. La vida podía ser tan bonita algunas veces.

unknown • park chanyeolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora