Capítulo 4

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Ésta mañana me he despertado mucho mejor, más de lo que merezco, en realidad. Los medicamentos y los cuidados que me han dado, en especial, de Georgina, me han ayudado a despertar bastante bien y con mucho ánimo. Nunca tendré cómo agradecerles a éstas tres mujeres por ayudar a una desconocida.

Georgina me ha dicho que a Sarah y a Paula se les hizo extraño no verme ayer en la mañana en la cafetería y también escucharon a su jefe preguntar por mí. ¿Me pregunto quien será su jefe y por qué ha preguntado por mí?

En fin.

Le preguntaron a los señores Clark y cuando les dijeron que estaba enferma, enseguida preguntaron por mi dirección y planearon la visita sorpresa para darme ver si necesitaba ayuda.

No pude evitar sonreír al escucharla. No creí que podría llegar a importarles de alguna manera. Siempre las veía y me inmiscuía en sus conversaciones haciéndolas enfadar, aunque el enfado de Sarah duraba pocos segundos. Por eso me encanta esa dulce mujer.

La puerta de la habitación se abre y allí está ella.

—Buenos días, mis niñas —saluda la rubia con una gran sonrisa y le correspondo.

—Hola, Sarah —contesta la más joven algo cansada y yo sólo levanto la mano.

Por más que le dije que descansara, se quedó en la silla a mi lado cuidando mi sueño.

Otro golpe a la puerta se escucha y entra una enfermera con una bandeja con esa horrible comida insípida de hospital. Hago un gesto de desagrado que hace reír a la rubia y a la castaña.

Como a regañadientes y ellas hablan de cosas de sus trabajos, lo que me lleva a una pequeña interrogante. Les pregunto, escribiendo en una libreta, quien es su jefe que ha preguntado por mí y Sarah me contesta que se llama Adam Walker. Así que, el adonis de cabello y ojos negros de todas las mañanas es el jefe de las chicas. Y por lo que me pude dar cuenta, a Georgina le gusta, porque se ha puesto roja como un tomate con su sola mención. Sarah ríe divertida al verla.

Luego de la revisión del doctor, quien me da una advertencia con la mirada, me da la salida y sonrío sintiéndome aliviada de que las cosas no hayan ido a mayores, a pesar de que duele como la mierda.

—Espero no volver a verla por aquí, Luisiana —dice el doctor desde la puerta y sonríe.

—¿Quién es Luisiana? —pregunta una sonriente Paula atravesando la puerta.

Levanto la mano y ella ríe con muchas ganas contagiándonos a nosotras también. Mi corazón se encoje un poco por lo dulce y maravilloso del momento. Nunca he tenido este tipo de amistad con alguien y solo puedo pensar en lo hermoso que es sentirse querido protegido por personas que no comparten contigo alguna afinidad. La pelirroja me abraza y acaricia mi cabello provocando que reprima un sollozo emocionado.

—Pobre niña. Con ese nombre...

—Paula —dice Sarah con un tono divertido de advertencia y la mayor ríe.

—Siento mucho mi actitud de ayer, muñeca. —Su cara cambia a una arrepentida y acaricia mi mano. Niego con lágrimas en mis ojos y me abraza con fuerza estrujando mi corazón en el proceso—. Sé que nunca volverás con ese imbécil, porque si lo llegas a hacer, seré yo quien te envíe de vuelta a esta camilla. ¿Me entiendes?

Se queda mirándome fijamente muy seria e intimidante, pero yo solo puedo sonreír y lágrimas de felicidad recorren mi rostro. Asiento y bajo mi cabeza para limpiar las lágrimas.

—No hagas eso. Quiero estar molesta contigo, joder —refunfuña haciendo reír a las demás.

—Vámonos de aquí. Los hospitales no son mucho de mi agrado —dice Georgina con pesar y la miramos extrañadas.

Aventura De Una Chica Obstinada #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora