Capítulo 3

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Después de clases contemplé el cielo que iba oscureciendo; estaba a punto de regresar a casa por el camino corto como siempre, pero una luz saliendo del gimnasio me hizo acercarme.
—¿Hola...? ¿No es muy tarde para practicar? —Dije abriendo la puerta, esperando encontrarme con alguien de primer o segundo año. Pero me encontré con Mido-Chin practicando sus tiros.
—Ah, Mido-Chin... —Incliné ligeramente mi cabeza. Sin importarme realmente el qué estaba haciendo, sino el porque.
—Murasakibara —Él pareció algo sorprendido cuando notó mi presencia. —Pensé que ya te habías ido a casa.

—No, vi las luces encendidas y vine —Contesté masajeando mi cabeza para soltar un bostezo después. —Por cierto, Aka-Chin dijo que podíamos dejar de venir si ganábamos los juegos. ¿Por qué estás aquí?

Su mirada fue hacia el balón que sostenía en sus manos durante unos segundos —¿Por qué será? Supongo que aún no me acostumbro a dejar de venir —Recogió su mochila y guardó el balón junto con los demás para después acomodarse los lentes con sus representativos dedos vendados. —Ya me voy de todas maneras, deberías hacerlo también.

Asentí y me giré.
—Por cierto, Aomine me comentó que vio a Akashi llorando hoy... —Su voz apenas era audible. —Escuchó que decía tu nombre, por eso te lo menciono. Creo que deberías hacer algo al respecto; aunque no hoy, Libra está en último lugar de la suerte.

—Midorima-Kun, Kise-Kun ya se ha ido, creo que tenía asuntos con una chica y... —Kuro-Chin salió de los vestidores con una toalla en la cabeza y al mirarme se extrañó.
—¿Murasakibara-Kun? No esperaba que estuvieras aquí.

—Ah... Que malo, ¿Tú también dices eso? —Alargué mis palabras mientras sacaba y desenvolvía una paleta.
Mido-Chin pareció molesto cuando no respondí a lo que me mencionó. Pero no podía soltarme a llorar aquí; así que me despedí de ellos y seguí con mi camino.

Mientras avanzaba por las calles, me quedé pensando con la mirada en el piso, Aka-Chin estaba llorando por mi culpa... ¿Cómo podía ayudarle? Seguro que me odiaba, no, me aborrecía. Quería arreglar las cosas; sin embargo la presión en mi pecho que aparecía cada vez que lo veía no me dejaba hablar. Después de todo yo era inmensamente más débil de lo que Aka-Chin pudo imaginar que era.
Pero, quería dejar esta cobardía, quería llenarme de valor.
Mañana se lo diré. Pensé.

Y después no sé que pasó; sentí un golpe pero después no sentí ni escuche nada.

Dulces Amargos [MuraAka]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora