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No sabía si era porque su rostro era un libro abierto, o ellos lo conocían demasiado bien, desde demasiado tiempo. Pero lo cierto era que había intentado ocultar el nerviosismo que sentía desde la noche pasada, que apenas lo había dejado dormir.

Parecía mentira que acababa de cumplir 36 años, y se comportaba como el adolescente impetuoso que había sido en sus buenas épocas. Se acomodó por décima vez en el sofá de la sala de estar, cansado realmente de estar nervioso; su esposa le hablaba, pero él solo tenía ojos para el televisor – aunque no sabía realmente qué era lo que estaba mirando – y mente para sus preocupaciones.

No sabía por qué esos últimos días había tenido un mal presentimiento, de esos que tenía cuando iba a Hogwarts.

- Harry, Ginny te está hablando.- Harry Potter no tuvo alternativa, y salió del estado de ensoñación mental en el que había caído. Sus ojos, antes nublados por la mente perdida, ahora enfocaron a su esposa, Ginny, quien lo observaba con reproche. Y un poco de lástima. Suspiró, intentando relajarse.

- Amigo.- desvió la mirada y vio a Ron, su aún mejor amigo, observarlo desde el sofá contiguo. Tenía en sus brazos a su hijo menor, Hugo, y a su lado a Hermione, quien le había llamado la atención momentos antes.- Tus hijos se fueron a Hogwarts, ¿sabes? No a salvar el mundo ni a enfrentarse a algún mago tenebroso...cualquiera que viese tu cara diría que temes por sus vidas.

- No seas exagerado, Ron...sólo está ansioso, como todo padre.- Pese a no entender realmente qué era lo que preocupaba tanto a Harry, podía entenderlo: primero había sido James quien había abandonado el hogar para comenzar su enseñanza mágica, y ahora lo hacía Albus. Quizás estaba sufriendo algun síndrome de nido vacío.

- ¡Yo también estoy ansioso! Estoy desesperado por saber en qué casa quedó mi Rosie.- el niño entre sus brazos se removió, incomodo por los corcoveos y gritos de su padre.

- Vas a despertarlo.- masculló la castaña, con cara de pocos amigos. Suavizando su expresión, sus ojos se iluminaron.- No sé que dudas tienes...es obvio que irá a Gryffindor, la conoces.

- Tengo miedo de que vaya a Ravenclaw.- Ron lo dijo casi en un susurro, temiendo ofender a su esposa. Harry se removió, incómodo, notando que Hermione sí lo había oído.

- Mira, Harry.- una dulce voz apaciguadora, y una delicada mano llamaron su atención, a su lado. Ginny lo observaba, evaluando su rostro. Acaso temía que se desmayara ahí mismo?

Intentando aparentar una tranquilidad que no convencía a nadie, Harry bajó la mirada hasta sus piernas, donde Ginny había posado un álbum de fotos. Resopló, sonriendo. Ella había hecho lo mismo cuando James había pasado su primera noche en el antiguo castillo, solamente que había llorado desde que se habían despedido hasta que habían recibido su carta, justo después de la ceremonia de selección de casa, donde su llanto había recrudecido. Estaba claro que ahora no lloraba, pero estallaría en un mar de lágrimas cuando cayera en la cuenta de que otro de sus hijos le escribiría aquella noche, por segunda vez en sus vidas, comunicándoles la casa a la cual pertenecería por 7 años.

No pudo sino sonreír observando la fotografía. En ella estaban los 5, ellos dos, y sus tres hijos; James estaba abrazado a su espalda, colgado de su cuello, mientras Lily, la menor, abrazaba las piernas de su madre. Albus, por otra parte, se encontraba en el medio de ambos, pero no tomaba la mano de ninguno, ni intentaba prenderse de las piernas de nadie.

Él siempre había sido así. Harry a veces sospechaba que su segundo hijo varon había nacido con 30 años de edad, y a partir de ahí debían de empezar a contar sus años. Siempre había sido reservado y solitario, sin nunca rayar en una situación de la cual ellos debían preocuparse; simplemente parecía que nunca le habían gustado las actividades que practicaban su hermano mayor, James, ni sus primos, que básicamente consistían en hacerse la vida imposible entre si, salvajear por su casa, la casa de sus tíos y de sus abuelos, y jugar todo el tiempo. Con el único que parecía llevarse bien era con su primo Teddy, quien le llevaba 9 años de diferencia. Él, y los demás adultos.

Los Sagrados VeintiochoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora