Lo sabía.
Más que saberlo, lo había deducido. Apretó la mandíbula, un poco hastiado y molesto. Sentía hervir la nuca, y era sólo porque James no dejaba de observarlo. Y el mayor ahí era él, vamos.
Le había dado la espalda adrede, sentado en la mesa de Slytherin del Gran Comedor. Le gustaba aquel lugar; en esos momentos el bullicio le daba una tranquilidad que jamás pensó podía sentir entre tanta gente hablando al mismo tiempo, en el mismo lugar. Pero era agradable. Hasta cierto punto. Por lo que había visto, la mesa de Slytherin era la única que respetaba el espacio personal de sus integrantes, y no sabía si era porque eran menos, o porque eran educados y no se congregaban entre ellos, como las palomas. La comparación le causó gracia.
Se atrevió a observar a su compañero de cuarto, el cual había conocido recién esa mañana. La noche anterior se había quedado dormido, exhausto por las cavilaciones y las preocupaciones que habían vuelto en forma feroz a su mente ya preocupada.
Estaba recto en el asiento, con las piernas cruzadas por lo que alcanzaba a ver, y pese a ser un niño de 11 años era estilizado y ciertamente refinado; sus movimientos eran gráciles, y a Albus le dio la impresión de que, pese a parecer naturales, en alguna época no lo habían sido, y parecía todo practicado, cronometrado. No hacía ruido con la vajilla, ni siquiera cuando apoyó el pequeño cuchillo con el que había untado una tostada con un poco de mermelada. Sólo un poco. Se permitió observar su rostro; tenía los párpados caídos y las cejas levemente alzadas, como si estuviera cansado, como él de su hermano. Sus rasgos faciales también eran delicados.
- ¿Sucede algo?
Su voz descolocó a Albus, quien se vio sorprendido en su escrutinio. Se había cuidado de no ladear la cabeza, sino de mirarlo por el rabillo del ojo, cómo...
- Estabas muy quieto, si quieres saber cómo me di cuenta que me observabas.- su voz era la de un niño de 11 años, pero el tono que empleaba parecía el de un hombre de 50 años. Al pelinegro le recordaba vagamente a su padre cuando intentaba infundir respeto.
- Ah. Lo siento, no quise incomodarte.
- No lo has hecho, has sido discreto. Por lo menos no te quedas en estado troll como parecen hacerlo algunos de nuestros...compañeros.- esa última palabra había sido pronunciada con algo que a Albus le sonó a asco.- ¿Sucede algo?.- volvió a repetir sutilmente.
- No realmente. Sólo te observaba mientras pensaba.
- Pareces molesto.
- Lo estoy.
Un agradable silencio se instaló entre ellos. Albus se sentía bien, porque la conversación, pese a ser demasiado seria y amargada para unos mocosos, le encantaba. Le recordaba a su primo Teddy, con quien podía hablar normalmente, como un adulto de 40 años, como le decía su padre que parecía.
- Si calma tus tribulaciones, puedes comentármelo.- dijo por lo bajo aquel chico, sin mirarlo directamente, dándole espacio.- Prueba éstos bocadillos, sería un desperdicio que no lo hicieras.
- Claro.- Albus tomó un bomba de crema que su compañero le ofrecía en una bandeja de plata. Tenía un aspecto suculento, pero cuando la probó, era liviana, y no tan dulce como pensó que sería. Mientras masticaba en silencio, intentando por todos los medios no emitir ningún sonido extraño con la boca que lo pusiera en ridículo, pensó con algarabía en la forma estirada y educada que empleaba aquel chico para hablar. Debía tener mucho dinero. O había tenido padres muy exigentes. O ambos.- Exquisito.
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Los Sagrados Veintiocho
FanficAlbus Severus Potter se enfrenta a lo que es, sin dudas, uno de los momentos más complicados de su vida: haber sido elegido en Slytherin...y disfrutar de ello, pese a las contradicciones que eso traerá en su vida, cuando más adelante, se vea en la o...