5. Alexa
Por primera vez en mucho tiempo volví a sentir que éramos una, como cuando éramos adolescentes. Desde la noche fatídica, todo había cambiado y me había hecho a la idea de que nunca más volveríamos a ser las de antes, así que me había olvidado lo que se sentía estar así con ellas. Era increíble que algo tan dantesco como el maltrato a Marián nos hubiese vuelto a unir, pero así era. Allí estábamos, tratando de transmitirle todo el cariño, la confianza y la fuerza que pudiéramos en aquel abrazo.
En un primer instante me costó mucho; por lo general evitaba el contacto físico con ellas para no hacerlas sentir incómodas. Lo sucedido con Marián me había hecho cuidarme de ese tipo de detalles y aunque nunca habían mostrado aprensión hacia a mí por mis gustos, siempre lo tuve muy presente, de allí que mis demostraciones de afecto las transformé en otro tipo de acciones. Una llamada semanal, invitaciones a comer al menos una vez al mes, comprarles cosas sin motivos especiales, simplemente lo hacía si veía algo que podía ser del gusto de alguna de ellas. Pero el contacto físico lo había vetado. Se había convertido en algo automático en mí, por ello, mi primera reacción había sido quedarme aparte, eso sin mencionar que aún estaba furiosa por la manera en que Olga le había hablado a Marián.
Sabía que era incapaz de hacerle daño, pero mi instinto me ganó. Jamás pude ser indiferente ante cualquier indicio de agresión hacia ella, viniera de quién viniera, mi primera reacción siempre había sido salir en su defensa y en ese momento quedó muy claro que aún era así.
-Bueno bueno, suficiente de amapuches - Dijo Olga al tiempo que se soltaba del abrazo y se limpiaba el par de lágrimas que se le habían escapado - Tengo hambre así que mejor me alimentas - Me dijo.
-En unos minutos llegarán las pizzas - Le respondí con una medio sonrisa. Cuando las llamé para que fueran a la casa, también había llamado al servicio de pizzas a domicilio, sólo que les había pedido que las llevaran en una hora, así que era cuestión de minutos para que llegaran.
-Así me gusta, siempre tan eficiente Jajajajajaja - Antes de darse vuelta hacía su cartera se paró enfrente de mí y me dijo - Y esa pose de macho protector no va conmigo ¿de acuerdo? Así que la próxima vez que quiera hablarle fuerte a Marián lo haré, con o sin ti, que te quede claro.Me tomó tan de sorpresa que no pude evitar abrir los ojos como plato y quedarme petrificada. Nunca antes me había hablado así y me agarró fuera de base. Supongo que bien merecido lo tenía por pretender intimidarla como si fuera cualquier persona externa. Así que sólo asentí con las mejillas rojas de la vergüenza. Todas las demás no pudieron aguantar la risa ante aquello, terminando de suavizar el ambiente.
El resto del tiempo que estuvieron en casa, hablamos sobre el bebé, de si era hembra o si era varón, los posibles nombres, como podría ser la decoración del cuarto y todas esas cosas que animaban a Marián. Yo sólo participaba lo necesario. Desde que había aceptado mi homosexualidad había descartado cualquier posibilidad de tener un hijo, así que no tenía muchas ideas que aportar; sin embargo, ninguna de ellas dejaba de preguntarme mi opinión acerca de todo aquello. Creo que más para burlarse de mis caras, que porque realmente tomaran como válidas mis respuestas, pero no me importó. Ver sonreír a Marián me bastaba para olvidarme que era objeto de burlas constantes, sobretodo, cuando esos momentos servían para disipar las irremediables dudas acerca de la presencia o ausencia de Juan Andrés en la vida del bebé.
Sólo por un lapso de media hora, Olga y Marián se metieron en el cuarto para hablar de cómo iniciarían el proceso de divorcio. Olga era muy profesional, y aunque sabía que nada de lo que allí se dijera saldría de esas cuatro paredes, igualmente procuraba darle a Marián la privacidad de cliente abogado.
Antes de irse, me advirtió que mi casa se convertiría en un entra y sale de personas al día siguiente ... y así fue.
Temprano en la mañana fue Olga con un contingente de personas que se encargarían de examinar a Marián, de tomar las evidencias del maltrato físico, sacarle muestras de sangre y asignarle una custodia al menos por los próximos días. Esa misma tarde le entregarían a Juan Andrés una orden de restricción, por lo que se esperaba que de un momento a otro apareciera exigiendo verla y llevarla consigo. Al parecer, ese era el denominador común en estos casos. Por otro lado, en la tarde fue una psicóloga con quién estuvo un par de horas a puerta cerrada. Casi me muero de los nervios afuera, pero al irse y poder sentarme con ella me di cuenta que fuera lo que fuera de lo que hubiesen hablado, la había dejado más tranquila.
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Mi puerta al paraíso
RomansaCuando todo lo que me hace feliz eres tú, pero no lo sabía