El mundo estaba loco

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Nació con el don de la risa y con la intuición de que el mundo estaba loco. Y ese era todo su patrimonio. 

No podía tomarse la vida enserio, no sabía por dónde coger la sociedad de tapar los ojos a los niños antes de ver un beso y hacerlos ver sangre encendiéndoles un simple botón.

Vivía con sus tíos, como el que vive de paso en ningún lugar, como el que vive con la certeza de que es un extraño en su propia burbuja. Como el que tira la toalla pero no sabe si es nudismo o cobardía.

Hasta que sus padres fallecieron, su vida era muy normal, nada agitada, muy estable, poco frágil. Después no, ya nada era como antes, él no era como antes, la esencia de su fuerza expiró, con la tranquilidad con la que se dice adiós cuando te aseguran volver a aparecer. Cada día todo le parecía más monótono, ya no le animaba leer o disfrutar de un simple atardecer. Ya no le animaba ni el hecho de estar vivo por las mañanas.

Porque él pensaba que todo estaría bien, que permanecería intacto al paso del tiempo, que todo perduraría hasta el final, que su gente siempre estaría ahí, y en lo único que se equivocó fue pensar en que todo permanecería.

A día de hoy sigue solo, ya sabéis, metafóricamente hablando, tiene muchos amigos con lo que sale de fiesta, pero sigue sólo, cree que lo único que ha aprendido en todos estos años es que puedes aprender a correr sin caminar, que te vas a caer las mismas veces, que todas las caídas que vas a llevarte no van a ser por alterar el orden de las cosas o la manera de ejecutarlas.

Por eso hoy 20 años después de aquello se propone bajar al sótano a desempolvar su viejo diario, un pequeño libro en que contaba su vida por aquellos años, con la vaga esperanza de sentirse mejor. Sabía que escribiendo no viviría mejor, ni sería más libre y, mucho menos, sus padres volverían.

Pero le ayudaba, sacaba todo lo que pensaba afuera, lo plasmaba en una hoja, y parecía que se esfumaba y dejaba espacio para otras cosas.

Había tanto en ese diario, en ese pequeño cuaderno de un niño de 12 años, en esas pocas hojas que aún habían sobrevivido, que voy a contarlo por partes para que lo entendáis...

The end has no endDonde viven las historias. Descúbrelo ahora