Enero del 79
El psicólogo se llama Javier, me ha dicho que escriba, que saque todo lo que llevo dentro, que me desahogue.
Me parece una estupidez.
Cómo si escribiendo cuatro palabras fuese a cambiar mi suerte, como si cortando una rosa no cupiese la posibilidad de clavarte sus espinas. Pero lo hago, voy a escribir porque así lo quieren ellos.
Los psicólogos no me gustan, no me parece bien que se ganen la vida a costa de los problemas de la gente, tampoco entiendo por qué tienen que hacer tantas preguntas y por qué quieren saberlo todo. Me preguntó que cómo me sentía, ¡qué iluso!, sentir para mí ya era todo un mundo, pues me sentía mal ¿cómo se supone que se debe sentir una persona que un día se levanta y se encuentra a un desconocido diciéndole que sus padres estaban muertos?. Que ya no volvería a ir con ellos al campo a pasear, que ya no tendría a quién contarle sus problemas, que ya no tenía quién se preocupara mi.
Y ese es realmente mi gran problema, el problema de no saber ni cómo me siento ni como me tengo que sentir, en el instituto ahora todos se preocupan por mí y lo único que deseo es estar solo.
Se lo dije a Javier y me dijo que era normal que quisiese tiempo para pensar y y reflexionar y que, con el paso del tiempo se iba a convertir en algo indispensable en mi vida, pero, otra vez, era normal.
Es raro, porque el primer día me dijo que yo no era un niño como los demás, que era especial, que había visto algo en mí que no había visto en nadie.
Bueno pues ahora supongo que lo que había visto eran mis pelos.
Peinarse está sobrevalorado.
Febrero del 79
Ayer le pregunté a Javier porque me hacía tantas preguntas, me dijo que para poder conocerme bien y juzgarme debía saberlo todo sobre mi vida y así sería mucho más fácil ayudarme. Le dije que iba a ser muy complicado que me conociese, ya que ni yo mismo me conocía, me respondió que con el tiempo lo haría.
Mis tíos no querían ni verme la cara, y es que, ellos tenían la magnífica idea de que la muerte de mis padres fue por mi culpa, ellos seguían fieles a que mis padres se habían quitado la vida porque no podían hacerse cargo de mí, y no por temas económicos, no, seguían con la teoría de que lo único que hacía al llegar a casa, era darles disgustos y, en base a eso, cada vez estaban más deprimidos, mis tíos creen que estaban así, porque pensaban que eran unos malos padres, al no haber sabido educar a un niñato como yo.
Y yo que cada día me creía más esa estúpida teoría.
Cada día escribo más, llego corriendo de las clases para meterme de lleno en mis pensamientos y plasmarlo todo en estas blancas hojas.
Y ya no sé si me ayuda o retrocedo cada vez más, a medida que van pasando las tardes con Javier, me hago más frío, más indiferente a todo lo que sucede a mi alrededor.
Los síntomas cada día son diferentes, el dolor es el mismo, hacía caso omiso a todo, sólo espero llegar a casa para escribir.