Mayo del 79
Me terminé el libro en apenas 3 días, no tengo palabras para describir las sensaciones y emociones que me provocó todo lo que me hizo pensar.
He descubierto que me da miedo el olvido, me da miedo que la vida vaya pasando y me la esté perdiendo, me da miedo de ser una persona sin más, que nace, hace todo lo que una persona debe hacer y muere, muere sin dejar atrás ningún sacrificio más allá del de vivir.
Obviamente con esto no quiero decir que sólo importen las vidas de la gente que realice algún sacrificio por el mundo importante o termine un avance tecnológico o encuentre la cura para una gravísima enfermedad incurable de la que nadie sabe nada.
Lo que quiero decir, y expliqué detalladamente al día siguiente a Javier, era que, todo lo que nos esforcemos, se verá recompensado por un tiempo muy limitado, en el caso de que se valore y te recompensen, así todas nuestras acciones, todo lo que pensemos, digamos o vivamos, se verá reducido a cenizas.
Hubo muchísimos primates que querían calentarse o cocinar antes del primero que descubrió el fuego, pero de ellos no se sabe nada.
Pero supongo que es inevitable, que no podemos luchar por lo que será cuando ya no estemos respirando muchos menos prevenirnos.
El principito, que me hacía muchas preguntas, jamás parecía oír las mías.
Pero tengo miedo al olvido, a crecer y a que nada de lo que haga o deje hacer importe mucho.
Como si la vida fuese pasando y tú te la estuvieras perdiendo.
Volví a la librería a preguntarle a la librera si tenía más libros parecidos a ese, me dijo que no sabía de ninguno así pero que había muchísimos otros que también eran muy buenos, pasee por todos los pasillos de la inmensa librería y me quedaba embobado con la cantidad de libros que allí residían. Sentía unas ganas inmensas por conocer a los escritores y preguntarlos cómo habían podido juntar tantas emociones, encontrar los sentimientos correctos, imaginar tales cantidades de palabras y desarrollar unas historias tan magníficas.
Me parecía una tarea muy difícil.
Me fui de allí sin ningún libro, llegué a casa y me puse a escribir en el diario todo lo que había sentido con El principito.
Junio del 79
Le conté a Javier que me había leído El principito le dije que cómo podía haberme provocado tantas emociones, me dijo que era fácil provocarle a un joven que apenas había vivido lo suficiente para entender conceptos como la soledad, el amor, la amistad o el simple existencialismo, me dijo que era un ejemplo a seguir en dirección opuesta, o prohibida.
Esas palabras fueron muy duras y dolieron, le solté que él no sabía realmente nada sobre mi si de verdad pensaba que aún no había vivido demasiado.
Aunque quizá no, quizá no había vivido demasiado de la forma que él quería, yo avanzaba en líneas torcidas, en círculos, y despacio, pero siempre hacia arriba.
Las personas mayores nunca pueden comprender algo por sí solas y es muy aburrido para los niños tener que darles una y otra vez explicaciones.
Este mes ha sido especial, en unos de esos paseos hacia la librería, hice un amigo, se llamaba Dani, él era como yo, odiaba todo lo que no le dejaba ser el mismo, nos quedábamos sentados con nuestros libros, hablando de ellos hasta la noche, al margen de los insultos y las miradas de los demás niños que nos veían como unos extraños, sujetaban la teoría de que los niños debían jugar con la pelota y se aferraban al argumento de que los libros eran para las niñas.
Pero si a las niñas ni siquiera las dejaban sentarse.