Capitulo 32

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-¡Oh, Andy! ¡Por Dios bendito! -Norah parecía enfadada-. Olvida tu orgullo herido por un minuto y escucha lo que tu hijo está diciendo. Necesita tiempo para explorar el mundo. Y necesita estar con la mujer a la que...-

A Justin se le hizo un nudo en la garganta.

-Mamá, no saques conclusiones tan pre...-

-Saco las conclusiones que quiera, muchas gracias- Lo miró enfadada-. Y _____ siente lo mismo por ti, a menos que este muy equivocada. Y también creo que los dos añoraran enseguida Copperville y volveran a criar a sus hijos aquí-

-¿Hijos? -Justin casi se atragantó-. Lo último que sé es que _____ no tenía ninguna intención de casarse, cuanto menos de tener niños. Creo que esta vez te has pasado un poco-

Su madre sonrió.

-No, yo creo que eres tú el que se ha quedado corto. Vete a Nueva York y haz esas preguntas. Mira a ver qué respuestas te da -Norah miró hacia su marido-. Lo único que necesitamos es contratar a alguien una temporada hasta que estos dos vuelvan a casa-

Andy frunció el ceño.

-¿Y si no vuelven? Entonces todo será para nada-

-Eso es la mayor tontería que te he oído decir Andy. ¿Nada? Este rancho ha sido el sueño de tu vida. Esperabas poder pasárselo a tu hijo, pero también lo querías para ti mismo. Lo has pasado de maravilla viviendo la vida del rancho y no te atrevas a decir que sólo estabas haciendo un sacrificio por tu hijo-

Poco a poco, la expresión de Andy fue suavizándose.

-Supongo que tienes razón, Norah. La verdad es que no me imagino otro sitio para vivir. Por eso no puedo entender que alguien en su sano juicio quiera irse a vivir a ese nido de ratas que es Nueva York-

-Cada persona es diferente, pero estos dos volverán, ya lo veras-

-Mamá, no puedo hacer ninguna promesa-

Pero Justin no pudo evitar barajar unas pocas fantasías. Quizá podría tenerlo todo, unos cuantos años de aventuras con _____ y una familia y la seguridad allí en Coppervile con la única mujer a la que quería. Pero a _____ podría no interesarle aquel plan. Después de todo, le había devuelto el colgante.

-No tienes que hacernos ninguna promesa -dijo su madre-. Pero supongo que tendrás que hacerle alguna a _____.

Nueva York era todo con lo que _____ había soñado. Se había acostumbrado a recorrer Manhattan de arriba abajo en los fines de semana y en cada excursión descubría nuevas delicias. 

Se había hecho adicta a la comida callejera y a las tiendas de exquisiteces así como a subir a lo alto del Empire State.

Pero lo que no había esperado era sentirse tan terriblemente sola. Se había hecho amiga de la gente de su trabajo, pero para ella la amistad requería mucho más tiempo. Los amigos eran la gente que conocías de años, la que conocía a tu familia y al resto de tus amigos. Los amigos eran gente como Justin...

Había creído que el deseo por él se le pasaría después de dos meses, pero en todo caso, se había hecho más fuerte. Ese día, lo llevaba peor de lo normal, porque era domingo y porque era la fiesta de Halloween, unas vacaciones que Justin y ella habían compartido todos esos años de amistad y nunca se habían considerado demasiado mayores como para disfrazarse.

_____ había sido invitada a una fiesta de una de las profesoras de su escuela y había aceptado, pero ahora, sentada en su diminuto apartamento intentando pensar en un disfraz, no conseguía animarse. Lo más sencillo sería ponerse el disfraz de doncella de harén con el que había bailado para Justin, pero eso le traería recuerdos.

Suspiró. Se moría de ganas de que Justin la abrazara de nuevo, pero lo echaba de menos más a él que sus relaciones sexuales. Ya había rechazado algunas invitaciones para salir. Sólo pensar en que alguien que no fuera Justin la besara le producía escalofríos.

Si seguía así, debería resignarse a la idea de quedarse soltera para siempre. Estaba empezando a pensar que ella era mujer de un solo hombre. Nunca lo había creído antes, pero después de lo del verano, Justin se había llevado no sólo su virginidad, sino su corazón.

Después de ponerse los transparentes bombachos y el sujetador de brocado, se fue al espejo de su pequeña habitación a ajustarse el velo y sintió ardores al pensar en los ojos de Justin cuando había bailado para él. Nunca en su vida se había sentido tan sensual como cuando había agitado sus senos prácticamente delante de las narices de Justin. Le había hecho perder la cabeza. Quizá no quisiera casarse con ella pero en aquel momento le había pertenecido por completo.

Y había dicho que la amaba. Ahora se preguntaba si lo único que significaría sería el fantástico sexo que habían compartido durante el verano. 

No, no podía ponerse aquel disfraz. Le hacía echar de menos a Justin de todas las formas concebibles, física, mental y emocionalmente. Alquilaría un vídeo y pasaría de la fiesta. Se llevó la mano al cierre del sujetador de pedrería cuando sonó el timbre de la puerta.

Sería seguramente su vecina de la puerta de al lado. Se miró al espejo. Bueno, era Halloween, así que nadie se extrañaría de encontrarla disfrazada.

El timbre sonó de nuevo. Entonces la voz que oyó le llevó el corazón a la boca.

-Golosinas o pellizco-

-¡Justin!-

Salió corriendo a la puerta, abrió y dio un respingo.

Proyecto de verano.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora