Esta historia será contada en primera persona y desde el punto de vista de nuestra protagonista Evelyn, una linda y distraída chica que en la gran mayoría de las ocasiones se deja llevar por su maldita inseguridad. Ella se muda de ciudad con la inte...
- ¡CASTIEL, QUITATE POR FAVOR, ESTÁN LLAMANDO A LA PUERTA! -grito, mientras cierro mis ojos con fuerza debido a la enorme vergüenza que estoy pasando-.
- Ha sido por tu culpa, eres muy torpe, lo tienes todo chica -me dice vacilón y sin moverse-.
- ¡Me caí por que tropecé con el juguete de Demonio! -le respondo ofuscada-.
- Si claro...torpe -dice con un largo resoplo-.
¡No quiero seguir discutiendo por este tema!, ¡SOLO QUIERO QUE SE LEVANTE!.
- Castiel quitate, por favor -intento sonar amable-.
- ¿Estas segura?, yo creo que estamos bastante cómodos ¿no crees? -dice suave, aunque con un toque de sarcasmo y diversión-.
- ¡QUE TE QUITES DE UNA MALDITA VEZ, O TE JURO...! -digo gritando y enfadada-.
- ¡Que ya voy pesada! -me interrumpe, a la vez que coge la toalla de mi mano y se quita de encima de mí-.
¡COMO PUEDE ACTUAR CON ESE ENORME PASOTISMO!.
Cuando noto que se a apartado abro mis ojos lentamente con un poco de miedo.
Observo como ¡POR FIN! se ha vuelto a colocar la toalla y se dirige hacía la puerta.
Me levanto como un rayo del suelo y intento arreglarme un poco el pelo con las manos, aún siento como mi cara se encuentra literalmente ardiendo.
Castiel abre la puerta...
¡Es Lysandro!.
- ¡¿Castiel, como se te ocurre volver ha pelearte con Nathaniel?! -le regaña al instante y entra en el apartamento-.
- ¡Otra vez con lo mismo, es mí vida, deja de meterte en ella de una vez! -responde indignado-.
- ¡Pero esto nos incumbe a todos, daña la imagen del grupo y es muy egoísta por tu parte! -le vuelve a regañar con decepción-.
- E-Emm perdonad... -digo algo cortada-.
Me encuentro totalmente fuera de lugar en esta situación...
- B-Buenas...señorita Evelyn... -dice Lysandro sorprendido, se acababa de dar cuenta de mí presencia. Mira a Castiel al instante y lo observa de pies a cabeza, luego vuelve a mirarme- ¿he interrumpido algo? -pregunta nervioso mientras se ruborizaba levemente-.
- ¡NO NO NO CLARO QUE NO! -explico apurada-.
¡¿POR QUÉ ME PASAN ESTAS COSAS?!
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