El Destino de un Demonio

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 Querida locura, que me contemplas al llorar,

Permite espantar, los fantasmas que me quieren arrastrar.

Bebo una copa de vino, cuando no quiero vivir.

La ira que siento es tanta, que no se puede describir.

Ella vio mis ojos y sintió miedo de la oscuridad,

Pero también ternura, nunca la pude lastimar.

Yo vi los suyos, supe lo que era el dolor,

Y es lo más parecido que he sentido al amor.

Hablé con mi reflejo y estaba decepcionado,

Porque tenía sentimientos y los había expresado.

¿Quién tiene la culpa? ¿Quién sino yo mismo?

De perder mis alas y caer en el abismo.

Quizá haya una salida, y allí me dirijo,

Al ver mis lágrimas caer, ella solo dijo:


Los demonios no lloran, no pueden sentir.

Sé que las cosas van mal, que sería mejor morir.

Pero Dios necesita un enemigo y yo te necesito a ti.


Sentado solo, recorro pesadillas que creía olvidadas.

Se deslizan entre mis piernas, pero ya no le temo a nada.

Los demás niños están con sus amigos, ¿quién estará conmigo?

Quizá dos muñecas violentadas con un cuchillo.

Ella vio mis ojos y entonces pude sentir.

Miré los suyos e hice cosas que no puedo describir.

El porvenir es negro para quien no vendió su alma,

Esta tormenta es eterna, no vendrá ninguna calma.

Algunos aún ruegan, de rodillas se han postrado.

''Señor, señor, ¿por qué me has abandonado?''

Transformado en demonio, uno más del montón.

A veces extraño el cielo, otras siento repulsión.

Hace tiempo era un ángel con alas de verdad,

Solo ignora la sangre, no puedo llorar.


Los demonios no lloran, no deben sentir.

Sé que las cosas van mal, que sería mejor morir.

Pero Dios necesita un enemigo y yo te necesito a ti.


Pretende que soy un ángel, aunque me hayan desterrado.

Pretenderé que no temes amar a un enajenado.

Pretende que no correrás por miedo a morir.

Pretenderé que hay un mundo más allá de ti.

Pretende que tengo alas y te puedo proteger.

Pretenderé que soy valiente y no puedo perecer.

La séptima trompeta ya resuena.

Adiós, amada mía, me espera el Gehena.

Bien valió la pena que me sedujera,

La prole de Adán y Eva.

Lo nuestro fue efímero, algo pasajero.

Arruinado por la sangre que vertió el cordero.

¿Cuál es el destino de un ángel caído que ha aprendido a amar?

Es la muerte querida, pero no puedo llorar.


Nuestros muros tiemblan, se han de derrumbar,

Pero necesito un aliado y Dios alguien que culpar.

No llores, ángel caído, hoy lo pagarán.

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