El pueblo de "Nueva Esperanza" era un pueblo como cualquier otro. Una calle principal rodeada de edificios semiderruidos y a punto de venirse abajo. Se veía bastante movimiento. La población debía superar las cuatrocientas personas. Una docena de autos desbalijados y sin llantas, habían sido colocados a la entrada y a la salida del poblado como barricada. Algunos hombres armados custodiaban un retén de control. Eddie condujo el vehículo hacia el portón de ingreso y se detuvo. El sonido de varias armas al ser rastrilladas se dejó escuchar. Cinco hombres armados rodearon de pronto el Land Rover.
- Cuáles son sus asuntos en "Nueva Esperanza" – preguntó un hombre cuyo rostro estaba oculto bajo una bufanda.
- El comisario Gordon nos envió. – Melvin mostró la carta. - Nos dijo que tenían un problema con saqueadores.
- ¿Son los reguladores?
- Así es señor.
- Los estábamos esperando desde ayer. – el hombre de la bufanda dio indicaciones para que alzaran la valla.
- Nos tomamos el día, pero ya estamos aquí.
- Sigan hasta la Jefatura. – el líder del retén señaló un gran edificio marrón justo en medio de la avenida principal. - Al alcalde le dará mucho gusto verlos.
Los cazadores se despidieron con un gesto de mano y dirigieron el vehículo hasta la zona de estacionamientos, que más tenía la apariencia de un desguazadero de autos. Agarrando sus pertenencias, descendieron del coche y caminaron calle arriba rumbo a la construcción que albergaba la Alcaldía del pueblo. La gente los miraba con extrañeza. Podía ser el hecho de que eran forasteros y cargaban rifles de combate a las espaldas. Sus largos guardapolvos y los pantalones embutidos dentro de las botas. Las mochilas del ejército y las gafas oscuras sobre las descoloridas gorras de béisbol. Eran los reguladores de Gordon. La gente lo sabía. El pueblo los esperaba. Melvin y Eddie ingresaron a la jefatura empujando las mamparas de la puerta.
- ¿Dónde está el alcalde? – preguntó Eddie.
- ¡Yo soy! – contestó uno de los tres hombres que se encontraba inclinado sobre un mapa. - ¿Son los chicos del comisario Gordon?
- Los mismos. – Melvin dejó caer la pesada mochila. - Aquí está la carta.
El alcalde se adelantó varios pasos para recoger el arrugado y amarillento papel y después de una rápida lectura, le hecho una larga y profunda inspección a los cazadores.
- ¿No son un poco jóvenes para este negocio?
- ¿Qué hay con eso? – se extrañó Eddie. – Tenemos la experiencia...
- Mucha experiencia. – recalcó Melvin. – Díganos lo que necesitamos saber y acabaremos con su problema de una vez.
- Está bien. – dijo por fin el alcalde. - Si Gordon los envió, es porque están calificados. Síganme.
Sobre la mesa principal del ayuntamiento, había un mapa de la zona. El alcalde y dos de sus colaboradores más cercanos, habían estado elaborando un informe de la situación para poner al tanto a los cazadores de recompensas. Luego de las formalidades, el alcalde inició el relato de los acontecimientos, ubicando cada uno de ellos en el sitio correspondiente dentro del mapa. Hasta el momento se trataba de siete asesinatos y actos de robo y vandalismo. Los ataques se realizaron en aldeas y casas de las afueras del pueblo. Eran objetivos aislados y fáciles de asaltar. Al alcalde le preocupaba que las personas que vivían en la periferia, pero que realizaban actividades comerciales importantes para la comunidad, abandonarán sus granjas y vinieran a refugiarse en el pueblo. Eso afectaría la producción y el comercio. En fin, para el alcalde, aquello era un asunto político que debía resolver antes de que la gente se le viniera encima. Melvin indagó sobre los posibles escondites y sus sospechas se confirmaron cuando los colaboradores le indicaron las ruinas de "Urbana".
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Otro Día en el Apocalipsis
Science FictionCon el fuego de mil truenos, las naciones de la Tierra se extinguieron en el caos de la Guerra Global. Ahora, el mundo ha desaparecido y todo rastro de orden y civilización se ha ido con él. Las ciudades no son mas que cenizas y recuerdos olvidados...