La escena del siniestro era un completo caos. Tres coches habían colapsado en mitad de aquella autovía nacional que llevaba desde Seúl hasta Busan. Había resultado ser el día más lluvioso del año, y las carreteras permanecían prácticamente ocultas bajo el aguacero. Se había recomendado precaución a la hora de conducir, prohibiendo incluso sobrepasar los 80k/h en la autovía. No se supo con exactitud cómo se produjo el accidente, pero el impacto del primer coche contra el segundo consiguió llevarse al tercero por delante y sacarlo de la carretera, habiendo girado brutalmente sobre sí mismo antes de descansar boca abajo sobre la tierra húmeda y yerma que bordeaba la autopista.
Minutos antes de que el accidente ocurriese, seis furgones del ejército de Corea del Sur circulaban en una larga y desordenada fila, ocupando siempre el carril derecho. Ya estaba cayendo la noche, y los miembros que transportaba uno de estos vehículos trataban de matar el tiempo de alguna forma, hastiados del silencio en el interior del furgón. Cualquiera diría que se trataba de soldados y no de un grupo de niños en una excursión del colegio. Esto podía atribuirse a que la gran mayoría entraban a formar parte del ejército ese mismo año, como cumplimiento de los meses exigidos por el gobierno a servir a la patria. Ninguno de ellos había experimentado aún la verdadera vida de un soldado, y los pocos veteranos que observaban los dejaban recrearse en esa alegría y energía que destilaban, antes de verles arrastrarse por el suelo como sanguijuelas y que la realidad cayese duramente sobre sus hombros.
Así, todos salvo uno de los muchachos parecían haber olvidado su lugar de destino.—Soldado Jung, ¿qué hace que no se une a sus compañeros?
El joven en cuestión los había estado observando desde una esquina del furgón, con los brazos cruzados y el largo flequillo cubriendo parcialmente sus ojos, ocultando esa intensa y oscura mirada. No se había percatado de que su superior le había estado observando a él a su vez, hasta que sus palabras le hicieron volver en sí e incorporarse para encarar al hombre que lo miraba con una levísima sonrisa, pero llena de curiosidad.
—No me divierten esos juegos, señor —respondió.
Su voz era suave, delicada. Las palabras escaparon de sus labios casi en un susurro, breves pero contundentes. El sargento Hwang echó la cabeza hacia detrás y dejó escapar una estruendosa carcajada, la cual pasó desapercibida para el resto de personas, pues no era el único riendo y creando alboroto allí dentro. El muchacho enarcó una de sus cejas y esperó con paciencia una verdadera respuesta por parte de su superior, el cual negó con la cabeza y se inclinó hacia él para revolverle el largo cabello negro, algo que el joven odiaba profundamente.
—Vas a tener que habituarte a ellos, muchacho. A partir de ahora serán tu unidad, cada uno pasará a ser una extensión de tu propio cuerpo en el campo de batalla. ¿Qué? ¿Creías que porque no estamos en guerra abierta no vais a combatir de verdad? El ejército no es un resort de vacaciones, soldado.
Los ojos negros del joven brillaron intensamente durante unos segundos, sintiendo cómo la sangre comenzaba a hervir en sus venas de tan solo imaginar el tener un arma en las manos. El hombre que tenía frente a él creyó haber intuido esa fiera mirada oculta bajo el flequillo del muchacho, pero lo dejó estar esa vez, alargando de nuevo la mano para apartar el pelo de su cara.
—Aunque antes que nada necesitas un buen corte de pelo, chico.
Aquellas palabras fueron las primeras en alarmar al joven, quien se llevó las manos a la frente y la cubrió de nuevo con su cabello; le gustaba ocultar su mirada a los demás.
—N-no creo que...
Fue entonces cuando escucharon el fuerte impacto de los coches pocos metros por delante de ellos. El vehículo se detuvo en seco y provocó que varios de los muchachos tropezasen y cayesen al suelo. El sargento Hwang pidió calma, y prácticamente saltó por encima de ellos para salir del furgón, ordenándoles permanecer en el interior hasta su aviso. Todos quedaron de pie, expectantes, nerviosos, incapaces de apartar la mirada de la puerta trasera del furgón, por donde podían ver a más de sus superiores correr hacia delante en busca de respuestas.
ESTÁS LEYENDO
Blossom Tears (Leo)
Fanfiction¿Me quiere? ¿No me quiere? A veces observo los pétalos de flor de cerezo caer con ese suave y delicado baile, hermosos... perfectos. Taekwoon y yo somos como dos pétalos de una de esas bonitas flores. Nuestro amor es como esos pétalos, precio...