"El fin de semana en Seúl había sido perfecto.
El sábado mi abuela cumplía noventa años, y eso había que celebrarlo por todo lo alto. Habíamos conseguido reunir a la familia de mi padre al completo, pues la mayoría seguían viviendo en la capital, y los pocos que vivíamos fuera no tuvimos problema en viajar hasta allí el día anterior. Mi madre es de Busan, y conoció a mi padre cuando ambos estudiaban en la universidad de Seúl. Aun así, en cuanto se casaron se instalaron en la antigua casa de mis abuelos maternos, ya que aunque sus padres hubiesen fallecido mi madre nunca quiso desprenderse de aquella casa y los miles de momentos vividos en ella.
En resumen: primos, tíos, amigos, vecinos, conocidos... La fiesta fue un éxito. Hajoon y yo hacía años que no salíamos de Busan para hacer una visita a la familia de nuestro padre, y la emoción acabó por jugarnos una mala pasada. Yo acababa de cumplir los dieciocho y pude probar del soju que los mayores me ofrecían, pero mi dongsaeng sólo tenía dieciséis años, así que se dedicó a robar copas aquí y allí, hasta que al final ambos pasamos gran parte de la noche encerrados en los baños.
El viaje de vuelta a casa no estaba siendo tan placentero como el resto de nuestra pequeña excursión familiar. Nuestros padres nos habían castigado de por vida, pero ni siquiera eso nos importaba con tal de que pasaran las náuseas de la resaca. El movimiento del coche tampoco ayudaba, y la fuerte lluvia empeoraba aún más mi estado de ánimo. Quería llegar a casa cuanto antes y permanecer enterrada bajo las sábanas de mi cama hasta el final de mis días.
—Hayeon-ah, quita los pies de encima de tu dongsaeng.
—¿Hhm..?
No les estaba prestando atención, pues llevaba rato concentrada en esos enormes furgones del ejército que mi padre adelantaba de vez en cuando. ¿Cuántos había contado ya? Seis. Me pareció curioso, pues nunca antes había visto ninguno tan de cerca. ¿Qué transportarían? ¿A dónde irían? Seguramente estarían preparándose para un posible ataque... Había oído que las relaciones con Corea del Norte pendían de un hilo últimamente. Era triste pensar de esta forma tan fría, pero era algo con lo que estábamos acostumbrados a lidiar desde siempre.
En ese momento recibí un golpe en la pierna, y me giré bruscamente para ver cómo Hajoon empujaba mis piernas para quitárselas de encima.
—¡¡Quítate de una vez!!
—¡¡Yah, Park Hajoon!! ¡No hables así a tus mayores! —grité mientras apartaba las piernas para poder incorporarme en el asiento.
—¡Si te hubieras quitado desde el principio no te habría hablado mal!
—Maldito niño...
Me quité el cinturón y me coloqué en el asiento de en medio para poder acercarme y pegarle un golpe en la cabeza, seguido de un par de puñetazos. A sus dieciséis años, Hajoon aún no había desarrollado lo suficiente y seguía siendo un muchacho bajito y delgado, por lo que yo todavía era capaz de vencerle en peleas de fuerza como aquellas. Con todo, él respondía a mis golpes como podía, y mi madre se giró para tirar de mí e intentar apartarnos. Mi padre no tardó mucho más en empezar a gritarnos, mirando cada pocos minutos por el retrovisor para prohibirnos hacer esto y aquello, cosa que no servía de mucho porque una vez nos enzarzábamos debían separarnos a la fuerza.
Fue entonces cuando, en mitad de aquel ajetreo en el interior del coche, algo golpeó brutalmente contra la parte posterior del vehículo. Una fuerza invisible empujó mi cuerpo y pasé por entre los asientos de mis padres hasta chocar contra el cristal, atravesándolo como si de un trozo de papel se tratase. En aquel momento no supe calificar el grado de dolor que sentía, pero podía contar el número de cristales clavados en mi piel. Perdí el conocimiento al tercer impacto que di contra el suelo de la carretera."
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Blossom Tears (Leo)
Fanfiction¿Me quiere? ¿No me quiere? A veces observo los pétalos de flor de cerezo caer con ese suave y delicado baile, hermosos... perfectos. Taekwoon y yo somos como dos pétalos de una de esas bonitas flores. Nuestro amor es como esos pétalos, precio...