Capítulo 3

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Taekwoon no volvió a pasar más horas en la habitación desde esa noche, simplemente permanecía custodiando la puerta, como si de una figura de mármol se tratase. Aun así, Hayeon lo veía asomarse tímidamente cada vez que las enfermeras entraban para llevarle la comida o revisar su estado. El joven soldado estaba allí cuando despertaba, luego desaparecía durante las horas más ajetreadas de la jornada, y volvía para verla cenar y asegurarse de que dormía y descansaba. Pasaron varias semanas hasta que la pelirroja pudo dormir más de dos horas seguidas, pero las visitas de su hermano y su madre mejoraron su estado de ánimo. Juntos superarían esa desgracia de haber perdido a su padre, decidiendo posponer el funeral hasta que Hayeon estuviese lo suficientemente recuperada para poder asistir a este.

—Nos vemos mañana, cariño. Descansa.

—Sí, omma.

La mujer sonrió dulcemente a su hija, inclinándose para dejar un suave beso sobre la frente de ella.

—Hasta mañana, noona.

—Buenas noches, Hajoonie. Y deja de jugar con las muletas de una vez, que las enfermeras han estado quejándose de ti.

El chico sacó la lengua a su hermana, la cual respondió de la misma manera, riendo alegremente justo después. Una vez más, Hajoon y su madre pasaron junto al soldado que custodiaba la puerta de la habitación de Hayeon, pero esta vez el chico se detuvo y golpeó levemente la pierna del muchacho con una de sus muletas.

—Eh. ¿Pasas aquí de pie toda la noche?

El joven tardó unos segundos en reaccionar, pero finalmente movió su cabeza para clavar la mirada en el adolescente que tenía ante él. La mujer se había detenido también, contemplando la escena con curiosidad. Una pequeña sonrisa parecía querer aflorar en sus labios.

—Sí.

Igual de directo y contundente que siempre. Sin saber por qué, Hajoon sintió un escalofrío recorrer su espina dorsal e, incapaz de controlar la mueca de disgusto que se dibujó en su rostro, se giró y siguió su camino por el pasillo en dirección a su habitación, estando seguro de que su madre lo seguiría. Sin embargo, la mujer apretó los labios y dejó escapar un pequeño suspiro, dando un paso hacia el soldado e inclinando la cabeza ante él.

—Gracias —susurró—. Siento haber tardado tanto en decírtelo, pero muchas gracias por salvar a mi Hayeon. Yo... —en ese momento la voz de la mujer se quebró, pero se las ingenió para terminar la frase—. No sé qué habría sido de mí si también la hubiese perdido a ella.

—¡Omma!

Hajoon esperaba frente la puerta de su habitación, haciendo gestos con las muletas de forma impaciente. La mujer pareció limpiarse las lágrimas de su rostro antes de volver a susurrar otro "gracias" y correr hasta su hijo.

El muchacho quedó sorprendido ante aquello. Jamás había esperado que nadie le agradeciese nada, simplemente había hecho su trabajo. Aun así, cuando se quedó solo en el pasillo, dejó que la comisura de sus labios se curvase ligeramente hacia arriba, en una casi imperceptible sonrisa.

Las horas pasaron y Taekwoon decidió entrar en la habitación para comprobar que Hayeon estaba descansando. Como siempre, la muchacha cerraba los ojos y se hacía la dormida en cuanto escuchaba la puerta, pero al estar todo prácticamente oscuro, podía entreabrir los ojos y observarle con cuidado. Siempre permanecía ahí durante cinco minutos, y entonces se giraba y volvía a salir por donde había entrado.

—Espera.

El soldado se detuvo a medio camino, siendo aquella la segunda vez que la chica le sorprendía de esa forma. Ella misma estaba sorprendida por aquello, sintiendo cómo su corazón comenzaba a palpitar con fuerza.

Blossom Tears (Leo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora