Capítulo 5

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Capítulo 5.

Día 5: El baile.

—No sé si creerás lo mismo—dijo Joel a Sapphire, mientras cenaban, intentando romper el hielo—, pero yo creo que deberíamos salir juntos, para conocernos mejor, y para que veas el pueblo.

Sapphire no apartó la mirada de su plato, como siempre, demasiado tímida para su propia paciencia.

—Me parece bien—murmuró, ladeando un poco la cabeza, para que Joel pudiera verla a la cara, pero ella seguía sin mover sus ojos.

—Hoy va a haber un "baile" en la plaza del pueblo. No es nada oficial, pero cada año festejamos por algo especial ahí. Y...—A Joel le frustró un poco el escaso interés que mostraba Sapphire –obviamente, no era así, pero ella no sabía cómo comportarse con él—, es divertido—dijo, ahora estaba más desanimado—, asiste mucha gente. Si quieres ir, es al anochecer, cuando llegue del trabajo me alistaré e iré.

Joel se levantó de su silla y recogió su plato. Antes de salir del comedor, se quedó parado unos instantes en el umbral de la puerta.

—Si quieres ir—dijo él—, puedes ponerte algo de lo haya en el armario.

Sapphire levantó la vista por primera vez y le sonrió.

—Iré—afirmó ella. Joel asintió, devolviéndole la sonrisa y apartando la vista, ahora más confortado por el simple hecho de que ella le respondiera—. Gracias.

Y luego de aquellas dos palabras y una sonrisa que le levantaron, Joel se fue a trabajar.

Sapphire ya en su habitación, abrió el armario dispuesta a encontrar algo que ponerse. Los vestidos eran un poco viejos, pero le gustó que fueran sencillos. Terminó escogiendo uno azul que le llegaba por debajo de las rodillas, unas zapatillas y se cepilló el pelo rubio, dejando que las ondas cayeran hasta su cintura. Se puso frente al espejo a bailar, como Alice le había contado, y antes de que se diera cuenta, Joel estaba en casa. Joel se preparó para el baile y tocó con los nudillos la puerta de Sapphire.

—Adelante—dijo ella, después de fijarse en el espejo si todo estaba bien. Joel entró, abriendo la puerta lentamente.

—¿Sapphire? —la llamó. A él le encantaba su nombre. La miró de arriba abajo—. Estás hermosa—dijo sonriéndole, amablemente. Sapphire apartó la vista, sonrojándose—. ¿Estás lista?

—Ah...—balbuceó antes de mirar a la habitación rápidamente—. Sí, lo estoy,

Joel le ofreció su mano, y ella la tomó, mientras intentaba reprimir una sonrisa tímida y enamoradiza.

Se le hacía difícil tratar con él sin sentirse extrañamente bien.

Les había tomado diez minutos llegar al pueblo a pie, pero apreciaron cada segundo que sus manos permanecían unidas.

No se habían acercado mucho a la plaza cuando ya podían escuchar la fuerte música acariciando sus oídos.

Montones de gente formaban círculos y formas mientras danzaban por toda la plaza. Varios perros correteaban con niños; otras personas sólo aplaudían marcando un ritmo, acompañando a la animada música. Los músicos, que se encontraban todos en una de las esquinas de la plaza, también bailaban mientras tocaban y zapateaban. Todo el mundo era feliz.

A Sapphire también se le contagió rápidamente la felicidad. Joel empezó a jalar de la mano a Sapphire, animándola a bailar. Ella parecía inicialmente indecisa; intentó recordar los pasos de su danza frente al espejo, y se dejó llevar por Joel, a los grandes y abarrotados círculos. Sapphire se sintió un poco tiesa cuando empezaron, pero conforme a las vueltas que daban, empezó a soltarse más y más.

Movió sus pies animadamente y, recordando siempre a Alice y a sus "amigas" sirenas en decenas de danzas en las que le avergonzaba participar, empezó a danzar de una manera hermosa, seductora y grácil que bastó para enamorar –mucho más de los que ya estaba– a Joel. Ambos permanecían distanciados por escasos centímetros unidos por el contacto de sus manos y la música guiando sus pies. Incluso las demás personas abrieron el círculo dejando bailando nada más a Joel y Sapphire, mientras admiraban sus pasos y su elegancia.

Ambos se separaron cuando los músicos pararon de tocar para empezar otra pieza, los dos exhaustos y faltos de respiración. Sapphire sentía su corazón saltar increíblemente rápido. Joel le sugirió irse a una parte más calmada y solitaria de la plaza, con el fin de recuperar el oxígeno, a lo cual Sapphire aceptó sin pensárselo dos veces.

Caminaron, alejándose cada vez más de las personas y la música, llegando a un solitario lago, que dio a Sapphire un sentimiento de anhelo y añoranza que la sacó de su enamoramiento y se concentrara en lo que realmente importaba: Romperle el corazón a Joel.

Ella no estaba segura aún si ya lo había enamorado o si su baile habría bastado –lo cual sí había funcionado–, pero estaba decidida a enamorarlo ese mismo día, no había opción. Sólo quedaban dos días y no tenía una idea de cómo le rompería el corazón. Todo se le estaba poniendo tan difícil por su ignorancia en el amor, que se había empezado a enojar consigo misma cada vez más.

—¿Sabes? —indagó Joel—, te pareces mucho a ella.

Sapphire lo miró y se perdió. Ella sí que se había enamorado mucho de él.

—No lo sé—divagó él—. Nunca la vi a los ojos, sólo los retratos de mi padre. Pero cada vez que los recuerdo, te veo a ti.

Ella pensó que seguro debía odiarla, al parecerse tanto a alguien que había arruinado a su familia.

—Y cuando te miro—siguió, como si hablara solo—, siento que mi padre tuvo un buen argumento para echarlo todo a perder.

¿Era eso una declaración de amor? Daba igual, fuera lo que fuese, Sapphire no sabía nada acerca del amor más allá de su flechazo con Joel y quedaban nada más dos días; por lo tanto, por un lado, por su desafío, y por el otro por la incontrolable fuerza de su corazón, Sapphire se inclinó y lo besó.


La Sirena que se Enamoró de un SueñoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora