Capítulo 7

36 4 0
                                    

Capítulo 7

La Carta de Isidora.

Querido, Tom:

Cada día que pasamos juntos fue como un sueño, un camino que abrió paso a nuevos sentimientos que transformaron mi corazón y le hallaron un nuevo significado a mi vida, aprendí a amar. Pero cada sueño llega a su fin, y este no es la excepción. Lamentablemente, mi querido Tom, no aprendí a amar contigo exactamente. La vida en la tierra es realmente extraña e interesante. Si hay algo que me enamoró de ti, fue tu alma. Pero, por favor, no me malinterpretes, no creas que me refiero a tu generosidad, amabilidad, amor, humildad, o cualquiera de esos ridículos sentimientos humanos que lo púnico que hacen es hacer perder el tiempo. Me refiero a lo que realmente me importaba.

Y es el alma infinita que poseen los humanos y las sirenas no, es eso lo que yo quería de ti nada más. Y es que las molestas pociones y los complicados hechizos que usaba en mí para verte cada día no bastaban, pues siempre tenían un tiempo de caducidad. La vida en el mar ya me aburre, en verdad. He visitado cada playa, cada barco hundido, cada cueva, cada agujero. Cada rincón oculto de las aguas de todo el mundo lo he visto. Muchos de ellos, más de una vez, pero se acaba mi vida, y cada día anuncia con más fuerza mi muerte y desaparición total en la faz del universo. Eso no es lo que quiero, ¿sabes?

Si es cierto, que como humana tampoco tendré todo el tiempo que tengo aquí en el mar, que me arrugaré y me volveré una vieja discapacitada, pero todo esos son precios, para conseguir el alma que tanto anhelo.

Si es cierto que aprendí a amar. Es una lástima que yo no te ame a ti. Es una lástima, también, que no hayas apreciado el amor que te brindaba esa mujer tuya que tanto creyó en ti y en tus ridículas mentiras. Perdiste todo, a la mujer que amabas, a la mujer que te amaba y al hijo que te admiraba. Y yo, por el contrario, gané.

¿Recuerdas esa noche, bajo la luz de la luna en la solitaria playa, en la que me declaraste tu amor? Me entregaste ese mismo día, con las estrellas de testigos, tu alma al declararte. ¡Son tan estúpidos los humanos! Siempre ilusionados y crédulos.

Fue tan fácil enamorarte y romperte el corazón. Te parecerá tan pesada la vida en la desconocida soledad que sé que no tardarás en quitarte la vida y darme tu alma. Y tú, sólo desaparecerás para siempre. Nadie te extrañará. A nadie le harás falta.

Sin embargo, ¿recuerdas todas esas veces que dijiste que no servías para nada? Me temo decirte que no estabas en lo cierto, serviste de algo: Serviste para darme lo que quería y, ahora, lo único que te queda. Bueno, no por mucho.

¿Quién diría que se podría morir por amor?

Isidora.

La Sirena que se Enamoró de un SueñoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora