Capítulo 4

43 4 0
                                    

Capítulo 4.

Día 4: La historia de Joel. 

Joel siempre se iba de la casa al trabajo a las ocho de la mañana y volvía a las seis y media de la tarde y, aunque eso ya se lo había dicho a Sapphire, ella aún no sabía qué hacía él para ganarse la vida. Sin embargo, aquella habitación vacía, llena de colores y sin rastro de lo que antes había sido madera marrón y oscura, que la hacía sentirse en un hogar, en el centro de una odisea de paisajes reales –pero, lastimosamente eran nada más una pintura en la pared–, le daba una idea algo clara acerca de su oficio.

Decidió que era hora de empezar con el asunto y la razón que la habían sacado del mar a la oscura realidad que vivían los humanos cada día, la razón por la que había perdido su preciada cola de manera voluntaria y –afortunadamente– temporal: Romper el corazón de Joel. Era el cuarto día, y estaba poniéndose nerviosa desde que descubrió que no sabía cómo lo enamoraría. Pero no podía ser tan difícil, ¿verdad? Alice dijo que sería lo más fácil del mundo.

Seducirlo... ¿Cómo lo haría?

Quedaban sólo tres días. Tres días para enamorarlo. Tres días para romperle el corazón.

Tres días para ser feliz.

Le emocionaba y le aterraba saber que su destino se definiría en tres cortos días; tan sólo 72 horas.

Ella estaba en el centro de la habitación vacía, se había despertado bastante temprano; todavía faltaba un poco para el alba, pero se sentía deseosa de volver los paisajes del cuarto que la hacían tomarse un tiempo para respirar aromas ficticios y relajarse.

El sol había empezado a salir, y la vista que daba el ventanal, era perfecta para admirar el amanecer, mientras que el del cuarto de Sapphire, era perfecta para el atardecer. Sapphire se había perdido entre sus pensamientos y el espectáculo a través de la ventana.

—¿Qué haces aquí?

Sapphire se giró sobresaltada al escuchar la repentina voz, que sonaba como si la hubiera atrapado haciendo algo que no debía hacer.

—Lo... lo siento, yo sólo pasaba...—intentó explicarse Sapphire con algo de miedo.

—No puedes estar aquí, Sapphire, no puedes—la interrumpió.

—Lo lamento no lo sabía...—Sapphire ni siquiera se terminó de explicar, pues sentía que no tenía justificación para haber entrado sin permiso. Joel le había dicho dónde estaría ya. Empezó a caminar afligida a la puerta, lamentando su estupidez al estar echando a perder todo lo que apenas empezaba.

—Te levantaste muy temprano—murmuró Joel, con la esperanza de que le respondiera.

Sapphire titubeó un poco antes de contestar, aunque Joel estaba más calmado ahora, cómo si aceptara de repente que no era culpa de Sapphire el que estuviera revisando habitaciones de su casa –cuando si lo era–.

—Sólo quería... ver el amanecer desde aquí. ¿La pintaste tú?

—No—rio Joel—, por supuesto que no. El talento artístico de mi padre se quedó sólo con él.

—Oh... ¿Dónde está? —indagó Sapphire.

—¿Quién?

—Tu padre. El artista.

—Oh, claro— dijo Joel, como si acabara de recordar de lo que estaban hablando—. Él...—empezó a decir con la vista perdida en el ventanal—. Él murió.

Sapphire agachó la cabeza, y empezó a avanzar a la puerta, no quería incitar a Joel a contarle los detalles tristes y desasosegados de su vida.

—Pero ha de estar mejor—añadió Joel—. Su alma, como me contó cuando era un niño, ha de estar vagando por los cielos.

—¿Alma?

—Sí. ¿No sabes lo que es? El alma es como... como la parte de una persona, pero más espiritual. Todos la tienen. Es lo único que conservan de ellas al morir, y es eterna. No sé si me explique bien.

Alma. Eterna. Sapphire entristeció, pues sabía que ella no tenía alma. El día en que muriera, desaparecería para siempre y ya.

—¿Sabes? A él le gustaban las sirenas—dijo al notar que Sapphire se había quedado viendo de nuevo el lago, a la sirena del lago más bien—. Soñaba con ellas. Incluso hubo una vez que conoció a una, y se enamoraron. Pero ella lo mató.

Sapphire, abrió los ojos, sorprendida y lo miró.

—No directamente, pero lo hizo.

Joel se apoyó del muro del bosque, y se deslizó en él hasta sentarse.

—Ellos se enamoraron un día. Él estaba sentado en un muelle, viendo nadar a los peces y a las olas danzar cuando la conoció. Desde ese momento, supo que ella era e iba a ser para siempre el primer y último amor de su vida, pues se dio cuenta de que mi madre no lo era. Mantuvieron su amor en secreto, pero mi padre la dibujaba muchas veces en pequeñas pinturas o la esculpía en grandes rocas, que le regalaba y esta guardaba en su hogar en el mar.

» Mi madre no lo sabía; ella confiaba plenamente en mi padre, pues ella sí se había casado con el amor de su vida. Pero este ya no le correspondía.

» Se veían cada noche cuando mi madre dormía, y cuando ella se daba cuenta de sus escapadas nocturnas, él se ponía a la defensiva y la hacía verse como la culpable. Ella, cegada, le creía.

» Un día, la sirena, que tenía la habilidad de salir del mar y convertirse en humana cuando quisiera, entró a nuestra casa y dejó una nota en la cama de este cuarto que era el suyo y que encontró primero mi madre. La carta decía que ya no lo amaba y que ya no quería volverlo a ver. Mi madre abrió los ojos cuando terminó de leerla y, destrozada por dentro, abandonó la casa para nunca volver. Mi padre al principio se volvió loco; había perdido a lo que creía el amor de toda su vida y a la persona que se mantuvo fiel a su lado para siempre, rompió todo lo que había aquí, luego estuvo muchos días en depresión, no me hablaba, no comía y no dormía, y al final, en su miseria, cogió sus pinceles y pinturas y pintó toda la habitación. Fue su última obra, pues al finalizarla, se suicidó. No sé dónde habrá dejado mi padre esa carta, pero si la encontrara no creo tener el suficiente coraje como para leerla.

Sapphire estaba impresionada y muda tras la historia de Joel, que veía la habitación que ahora en ellos dos no inspiraba admiración ni comodidad, sino más bien miedo y tristeza.

—Los dos me abandonaron. A ninguno les importé lo suficiente para quedarse—dijo, melancólico—. Pero ambos dejaron una marca que no se borra, Sapphire. Sin embargo, los perdoné a todos, el amor los cegó. Él es el único culpable, ¿no?

Y Sapphire, siempre tan inocente, lo abrazó.


La Sirena que se Enamoró de un SueñoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora