Prólogo

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Dolor.

Un gran dolor de cabeza es lo primero que siento al despertar. Gimo cuando abro los ojos y la luz del sol me da de lleno en la cara. Consigo abrir los ojos con torpeza por el maldito sol. 

Las paredes son blancas. 

Vale, definitivamente no estoy en mi habitación. Supongo que Odette, mi mejor amiga, me trajo a su casa pero en cuanto me incorporo un poco y veo que hay un escritorio enorme en el otro lado de la habitación con un pequeño marco sobre él y en la pared sobre el escritorio hay un gran corcho lleno de fotos, posits, y medallas colgadas en el marco sé que no estoy en casa de mi mejor amiga. Me giro con temor, abro completamente los ojos y no puedo contener el grito que acabo de dar.

- Dios, - gime el chico acostado a mi lado - Baja la voz, loca.

- ¿Perdona?

Me incorporo y la sábana resbala por mi cuerpo. Él abre los ojos completamente y sonríe de la manera más sexy que he visto jamás.

- Esto si que es un buen despertar. - sigue sonriendo y mirándome.

Bajo la mirada y veo que estoy completamente desnuda. ¿Qué narices pasó anoche? Selene, nada de volver a beber Tequila, se acabaron los chupitos para ti. 

Cojo la sábana y me envuelvo en ella lo más rápido que puedo.

- Pero no te tapes, mujer - el desconocido suspira y me guiña un ojo - Anoche eras más guerrera y salvaje. 

- ¿Qué pasó anoche?

- Por Dios, preciosa... - sonríe de medio lado, con arrogancia, y me mira fijamente a los ojos - Ya te vendrá, soy memorable.

- Parece que no. - le encaro - No recuerdo nada a parte de la fiesta.

Intento hacer memoria pero lo último que recuerdo es ver al cerdo de mi, ahora ex-novio, besar a la zorra de Beverly Seperd. Niego con la intención de borrar aquel asqueroso recuerdo. Supongo que tras ver ese intercambio de saliva a lo basto busqué a un tío con el que hacer lo mismo y este apareció.

Le miro y veo que está pensativo. Se le hace una pequeña arruga en el entrecejo. 

Joder, como para no haberme enrollado con él. Está superbueno. Pelo oscuro totalmente revuelto, ojos castaños de lo más penetrantes, nariz recta, labios carnosos... Mierda, quiero besarlo. La sábana ha caído hasta su cintura dejándome ver su pecho y abdomen bien formados, la mítica "V"... Joder, que calentón más tonto me ha entrado de solo mirarle.

- Me siento alagado, en serio, - subo mi vista a sus ojos. Mierda, sabe que me he quedado embobada - pero te tienes que ir ya.

- ¿Perdón? - mi voz sale más grave de lo que pretendía.

- Te tienes que largar, ya.

- Antes tendré que encontrar mi ropa. - miro a todos lados de la habitación - No pretenderás que me vaya así.

Me mira de arriba a abajo con descaro. Será cabrón. Me levanto de la cama y me pongo a buscarla mientras él se queda en la cama observándome.

- Deja de mirarme. - me agacho y encuentro mi top negro debajo de su escritorio ¿cómo habrá llegado ahí? Está en la otra punta de la habitación.

- ¿Por qué? - alza una ceja - Estoy en mi casa.

- ¿Tu casa? - está claro que es su casa, lerda - ¿Dónde tiraste mi ropa?

Se ríe y, aunque me cueste admitirlo, es una de esas risas con las que no puedes evitar sonreír por lo que me giro como si estuviese buscando mis vaqueros. Él sigue en el mismo sitio, sin moverse ni un ápice.

Me agacho y miro debajo de la cama y... bingo, mi tanga. Lo saco y abro los ojos lo máximo posible.

- ¡Eres un bestia! - digo levantándome.

- Que dejes de gritar. - le miro mal y se encoge de hombros.

Me mira sin entender y le enseño el tanga. Se echa a reír.

- No tiene gracia.

- Si que la tiene.

- Pues que sepas... - medito un momento su nombre pero no lo recuerdo - chaval, que me debes un nuevo conjunto de ropa interior.

- ¿Chaval? - dice aún sonriendo.

- No sé como te llamas.

- Te lo dije anoche, nena.

- Pues no me acuerdo. - digo encogiéndome de hombros - Espera, ¿me has llamado nena?

- Sí.

- No vuelvas a hacerlo - digo poniéndome a buscar los malditos vaqueros - Me llamo Selene, no nena.

Miro debajo de la cama por el lado de él pero no están. ¿Dónde los habrá tirado? Cuando me levanto, me dirijo al otro lado de la cama, aún con las sábanas enrolladas en mi cuerpo. Veo que se levanta y se dirige al armario empotrado que hay a la izquierda, en su lado de la cama. Saca unos calzoncillos, unos pantalones que parecen de deporte y dos camisetas. Se gira y me tira una de ellas.

- ¿Y esto? - pregunto observando la camiseta negra.

- Estás tardando mucho en encontrar esos vaqueros - se viste bajo mi intensa mirada. Que bueno está, coño - Así que vas a usar esa camiseta para largarte.

Vuelvo a mirar la camiseta con detenimiento. Es enorme. Me doy la vuelta y me pongo el top como puedo sin que se me vea nada. Sí, lo sé, es una gilipollez cuando ya me ha visto desnuda pero me da mucha vergüenza. No es lo mismo desnudarte borracha que sobria.

Me pongo la camiseta y, como veía, me llega un poco por encima de la rodilla como si fuera un vestido. Me giro de nuevo y le pillo mirándome.

- Te queda jodidamente bien. - dice sonriendo de lado.

- Todo me queda bien. - sonrío de la misma manera llevándome las manos a las caderas.

- Está bien, hora de largarte.

Cojo mi bolso y me aseguro de que mi móvil y cartera estén dentro. Me dirige hacia la puerta principal con sigilo, como si no quisiera que nadie sepa que anoche estuvo conmigo y eso me cabrea. Llegamos a la verja y él respira hondo.

- ¿Tanto te avergüenzas de tu familia? - digo con rabia en mi voz.

- Más bien estoy protegiendo a esa pobre chiquilla que no entendería nada de mi vida.

- Prueba.

- Paso - abre la verja y me empuja fuera - Espero que encuentres el camino a casa.

Y con esa última frase cierra la verja y se larga de vuelta a su casa.




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