Han pasado veinte años desde aquél día.
Guillermina ha cumplido sus diecinueve años, y Francisco, catorce. Ambos nacieron el mismo día, casualidades de la vida, o no. Solo sé que mi vida recobró todo sentido con el nacimiento de mis hijos.
Genaro por ahí anda, arreglando el sótano o paseando a Nina, nuestra querida mascota. La verdad es que las cosas entre nosotros han estado increíbles y muy por fuera de la rutina. Durante mi embarazo decidimos realizar un viaje, recorrimos varios paises: Alemania, Rusia, Australia, México y Canadá. Fueron las vacaciones más felices de mi vida. Luego con los chicos las cosas se complicaron un poco: Genaro ayudaba todo lo que podía. Yo atendía a mis clientes en mi estudio, no muy lejos de la casa.
Guille enfermó gravemente a los tres años. Pulmonía, dijeron los médicos, y mi corazón se paralizó. Genaro fue mi apoyo en todo momento, aunque a veces usaba los pocos minutos que tenía alejado de mi para llorar; yo fingia que no lo sabía. Meses después las cosas mejoraron. Ya ella se encontraba estable, y pudimos llevarla a casa. Redecoramos su habitación; le compramos un montón de peluches nuevos. La mimamos como nunca, y pronto todo quedó atrás.
Al año siguiente decidimos tener otro bebé. Pero un accidente en nuestro coche nos arrebató ese sueño. Fue devastador. No hay nada más doloroso que mirar a tu hija de cuatro años e intentar explicarle por qué ya no tienes más esa barriga linda que ella acariciaba con tanta ternura. El vacío es inevitable, creí que enloquecería. Genaro comenzó a beber y nosotras en casa, pasamos días sin saber donde estaba. Un día, empaque nuestras cosas y me marché con mi hija. Al volver a la casa y notar que no estábamos, Genaro enloqueció. Pero enloqueció para bien. Nos buscó y prometió tratarse, y así lo hizo. Todos merecemos una segunda oportunidad. En pocos meses ya había dejado de beber y volvía a ser ese esposo y padre ejemplar que siempre había sido. Frente a nosotros se mostraba una nueva oportunidad de recuperar esa familia soñada. En medio de nuestra reconciliación, nació Fran. Y vaya que nos ha cambiado la vida.
Quizás muchos matrimonios habrían desistido, pero la verdad es que nos hemos hecho más fuertes; hemos aprendido a cuidar el uno del otro.