La vida en familia ha sido soñada. He dejado a un lado todo aquello que tanto daño me hizo y me he dedicado a mi trabajo, mis hijos y mi marido.
No quisiera cambiar nada ocurrido hasta aquí.
Ruidos interrumpen mis pensamientos.
- ¡Ayuda por favor! ¡Papá!
- ¡¿Qué ha pasado?! ¡Hija! Lloraba sobre el cuerpo de su padre
- 911 necesito una ambulancia ya mismo en Juan Riquelme 3889 ¡Por favor vengan rápido!
- Papá por favor no te mueras...
Nadie nos dice nada, los médicos entran y salen de la habitación y a mi me comen los nervios. Tengo a mi lado dos chicos mayores de veinte años que al no ver bien a su padre adoptan la angustia de niños de dos.
Ha venido mi suegra, y que digo suegra, toda la familia está aquí, como si fuese ya su entierro.
Acaba de llegar Daniel, la pareja de Guillermina. La abraza fuertemente y ella se desmorona. No se cómo lo logra pero le saca una sonrisa. Le dice que todo saldrá bien y ella se calma. A decir verdad, también yo me he calmado. Fran me abraza y el médico finalmente se dispone a hablar con nosotros:
- Quiero hablar con su familia directa
- Aquí, yo, soy su esposa
- Y yo soy su madre - dijo Doña Elsa
- Vengan ambas, por favor
- Lo miré con atención durante unos minutos mientras hablaba. Explicar todo lo que dijo con su jerga tan avanzada para mi sería un desafío, e intentar entenderlo más. Me limité a preguntar:
- ¿Y entonces?
Resulta que tuvo un paro cerebral, causado por no se qué cosa de la genética, que a su vez, lo dejaría inválido para toda su vida. ¡Caray! Como se lo diré a mis hijos. Continuaba hablando para mis adentros mientras mi suegra parecía estar entrando en un infarto.