5. Los ojos de Jungkook

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Unos años más tarde.

—Papá —dijo el pequeño Taehyung, estirando las manos para que su padre lo cogiera en brazos.

—¿Qué te pasa, mi amor? —preguntó él, cogiéndolo y llevándoselo al sofá para sentarlo entre sus piernas.

—¿Por qué papá siempre lleva gafas de sol?

Jimin acarició el pelo de su adorado hijo y le dio un beso en la frente.

—Papá está ciego, Tae.

—¿Qué es estar ciego?

—Significa que no necesita los ojos para ver —le explicó, y cerró los ojos para demostrárselo—, sino que ve con las manos.

Jimin buscó los costados de Taehyung y empezó a hacerle cosquillas. El pequeño se rio hasta que no pudo más y Jimin paró.

—¿Cómo que ve con las manos?

—Así es, papá no necesita los ojos porque es especial.

—¿Especial? —preguntó Taehyung, asombrado.

—Cierra los ojos e intenta andar.

Jimin bajó a su hijo al suelo y este obedeció. Nada más caminó dos pasos, se tropezó con la mesa y cayó al suelo. Empezó a reírse de nuevo.

—¡Qué difícil! —corroboró, y abrió los ojos de golpe.

—¿Has visto? Y papá no se cae nunca.

—Woah... Papá es genial...

—Claro que lo es, mi vida. Y ahora vamos a bañarte, que hay que dormir.

Taehyung huyó de su padre por toda la casa, odiaba la hora del baño. Al final fue capturado y no tuvo más remedio que dejarse bañar.

Horas más tarde, Jungkook llegó a casa.

—Ya estoy aquí. —dijo, y cerró la puerta con sigilo.

—Taehyung está más dormidito que un perezoso.

—Qué bien... —sonrió Jungkook, y se quitó el abrigo. Lo dejó en el perchero y cuando se fue a dar la vuelta para entrar en el salón, unos brazos lo rodearon. Se dio la vuelta dentro de ellos y se abrazó a Jimin.

—Bienvenido a casa, Kookie.

—Me alegra estar ya de vuelta.

—¿Qué tal ha ido la cena familiar?

—Vamos al salón y te cuento.

Jimin se asomó a la ventana un momento para comprobar si seguía chispeando o ya había parado.

—Mi madre ha dicho que todavía no quiere ver al niño.

—Jungkook, yo soy una cosa y el niño es otra. Es tu hijo.

—Dale más tiempo para que asimile que sois dos cosas distintas. —rio el menor.

Se mantuvieron en silencio unos segundos.

—Sigue pensando que tienes la culpa de todo. —se sinceró Jungkook. Oyó cómo Jimin tragaba saliva, y fue hacia donde él estaba.

—Lo es.

—No, no lo es.

—Yo le di el golpe a ese bote con ese líquido asqueroso que...

—Fue un accidente —aclaró él, y envolvió la cara de Jimin entre sus manos —. Y fue en la Universidad. Hace tantos años...

—Te arranqué la vista... —susurró Jimin, levantándole las gafas para ver sus ojos.

Parecía que lo miraban a él, pero la verdad era que no miraban a ningún sitio en especial.

—Hoy Tae me ha preguntado por qué siempre llevas gafas.

—¿Qué le has dicho?

Jimin se mordió el labio inferior. Se le estaban humedeciendo los ojos.

—Le he dicho que eres especial, que no necesitas los ojos.

Jungkook sonrió ante su respuesta.

—Realmente no los necesito —dijo, y acarició con los pulgares los pómulos de Jimin—. Todo lo que necesito está aquí.

—¿Qué he hecho yo para merecerte, Jungkook?

Juntaron sus labios en un lento y pausado beso. Para cuando se separaron, los ojos de Jungkook también se habían humedecido.

—¿Recuerdas cuando te pregunté en el hospital si me seguirías queriendo aunque ya no pudiera verte?

Jimin asintió, y una lágrima al fin resbaló por su mejilla.

—Me dijiste que me amarías pasase lo que pasase. ¿Y ahora, Jimin? Ahora que ni siquiera puedo ver cómo es nuestro hijo, ¿todavía seguirías dándolo todo?

Jimin asintió una última vez.

Jungkook cerró los ojos y dejó caer sus lágrimas.

—¿Todavía?

Jimin cerró sus ojos también y apoyó su frente en la del menor.

—Todavía, Kook. Todavía.

JiKook ➼ Todavía Donde viven las historias. Descúbrelo ahora