☑ Capítulo 3.

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— ¿Puedes creerlo? Ella causo toda esta destrucción...—

—¡Increíble! ¿Cómo es posible?—

—Se dice que fue hechizada por, bueno, ya sabes por quién...—

— ¿Cómo sobrevivió?—

—No lo sé, nadie puede explicarlo...—

— ¿Recuerdas hace cuantos años fue aquella batalla? En la que murieron sus padres...—

—No lo recuerdo, pero ¿No fue cuando ella era una bebe?—

—Tienes razón, pobre chica...—

—Lo sé, pero ¿Ella es buena?—

—¡Qué tanto dices! ¡Claro que no!—

— ¿Por qué no?—

—Desde que la condenaron, solo han pasado desgracias en este lugar ¿Por qué tenemos que considerarla buena, sólo provoca destrucción? Deberían de encerrarla, es lo mejor para todos...—

Esa fue una conversación que logré escuchar de unas enfermeras que estaban a cargo de mí después de una batalla que tuve hace algunos años; estaba en cama, con cadenas en mis muñecas, tobillos y tenía un hechizo en mis alas obligándome a no moverlas. Afortunadamente había vuelto a la normalidad, recordaba la mayoría de las cosas que habían pasado en la batalla.

Pero gracias a que perdí el control durante la batalla, mis sentidos estaban más desarrollados de lo normal y por ende logré escuchar la conversación que tenían aquellas enfermeras mientras caminaban por el pasillo.

No estaba totalmente consiente pero entendí la gravedad del asunto.

Desde aquel día, no puedo olvidar esa conversación, entiendo la preocupación de los demás, porque es la misma que siento por los míos.

—Demonios...—Pensé. Me dolía el cuerpo, como si hubiese entrenado días enteros sin parar. Estaba acostada en uno de los sofás, con un hechizo de captura en mis muñecas y alas, por lo que no podía moverme totalmente. —...mi cabeza. —

— ¿Cómo te sientes, Lía?—No reconocí la voz por lo que tuve que buscarla por la habitación.

—Estaría mucho mejor si no tuviera este hechizo, sinceramente...—Pude escuchar una pequeña risa mientras se acercaba a mí y con un movimiento rápido de manos me liberó del hechizo, me incorporé en el sofá sentándome, después de unos segundos comencé a estirarme, primero mis brazos y después mis alas, extendiéndolas en su totalidad.

—Tus alas han crecido mucho desde la última vez que te vi, Lía.—Decía mientras se sentaba en el sofá más pequeño de la oficina; mirando mis alas con asombro y con una sonrisa en su rostro.

—Sí, bastante, ahora son más pesadas que antes...—Dije mientras terminaba mis estiramientos.

—Y también se han oscurecido más de lo normal...—Decía mientras que con un hechizo acercaba una taza hacia ella y otra para mí.

— ¿Tanto han cambiado? No lo había notado...—Decía mientras aceptaba la taza de... ¿Té? ¿Café? No lo sé. —...gracias Superiora Matilde. — Ella es la hermana mayor de mi Superiora Zoé, solo por un par de años. Son exactamente "iguales" físicamente hablando, aunque por unos detalles son diferentes, pero si las comparamos por personalidad son muy distintas.

The Dragons [EN EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora