Procesión - 3.

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Como a los demás pibes, lo que más le gustaba era jugar al fútbol e ir a la cancha los domingos. Lo que menos le atraía era ir a la escuela.
Mientras Ángela empezaba a morir, Gustavo comenzaba a "ratearse".
Salía de su casa junto a su tía y juntos llegaban a la esquina. El doblaba y ella seguía derecho. El daba media cuelgan la manzana y volvía a su casa. Se tiraba a dormir o volaba escuchando a Kiss y a Megadeth, sus bandas favoritas.
Born from the darknin the black cloak of night. (Nacido de la oscuridad en el negro manto de la noche).
La voz de Dave Mustaine retumbaba a todo volumen y hacia temblar las paredes cuándo cantaba Archutecture of aggression y también con Sweating bullets. Gustavo sentía que se parecían tanto.. Se hundía Dave, se hundía Gustavo. Como su ídolo, arriesgaba y probaba de todo, hasta tocar fondo.

     Hello me... Meet the real me. And my misfits way of life. A dark black past in my most valued possesion (Hola a mí... Conoce mi yo real. Y mi estilo de vida inadaptado. Un pasado oscuro y negro es mi posesión más valiosa).

     La calavera sobre el plato en la tapa de su álbum favorito. Countdown to Extincion lo dejaba pensando. Así, muerto en vida se sentía él cuando la muerte golpeó por segunda vez la puerta de su casa.

     Estába haciendo nada con sus amigos cuando Ángela murió. Otra vez la barra lo acompañó. Eran un poco vagos, pero eran todos de fierro.

     Gustavo lloraba sin parar la mañana en que enterró a su mamá en el cementerio de Avellaneda. Apenas regresó a la casa sentó a su tía Nora y le preguntó por su papá. Ella no le dió respuestas.

     Gustavo sentó a cada uno de sus parientes que guardaron sepulcral silencio y derivaron la consulta, otra vez, a la tía Nora. Los odió uno por uno y a todos a la vez por preservar las primesas a su madre con el rigor de un secreto de confesión. A todos, excepento al tío y a Nora. A él lo perdonó porque en su media verdad no le mintió. A ella, por compasión.

"La puta que los parió-pensaba-. ¡Cómo se hacen bien los boludos!".

     La muerte de angela los dejó en bancarrota. A los diecisiete años Gustavo tuvo que salir a ganarse el pan. Consiguió trabajo en un bar de la Recoleta primero y en Quilmes después.

     "Que chetos...", pensaba con desprecio al debutar como mozo, mientras se guardaba hasta las propinas más mezquinas.

Marcos (En latencia)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora