Superación - 4.

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En el colegio le iba cada vez peor. Tuvo bastantes problemas en el Joaquín V. González, entre otras cuestiones, por un metejón adolescente con la hija de una profesora. Dos veces cambió de turno para no cruzarse con ellas hasta que cambió de escuela. En el colegio Estados Unidos de Brasil su decadencia como estudiante fué total. Quedó libre dos veces y nunca terminó. Demasiado explosivo el cóctel que tenía en la cabeza. Se sentía abandonado, fracasado... volvió a tocar fondo, a vivir al límite y hasta a elegir compañías que no eran muy convenientes. Creyó que con excesos era posible tapar su vacío existencial. Se equivocó pero tuvo un golpe de suerte.

     En algún momento de los tantos peores momentos que tuvo, se cruzó con una mujer que lo impactó y se enamoró. La chica conoció su nobleza y su buen corazón. Lo apoyó y alentó cuando Gustavo pidió plata prestada a su tía Nora para comprarse una moto y empezar a trabajar como mensajero. Pasaba doce horas arriba de su Yamaha RX 100 negra yendo y viniendo por toda la ciudad de Buenos Aires.

      Ya de novio, intentó terminar el secundario de noche justo cuando su chica quedó embarazada. En el mismo momento en que se enteró decidió que la vida de su hijo no sería como la suya, que nunca le faltaría un papá. El 10 se Agosto de 1997, Gustavo entró a la Clínica Modelo de Quilmes con la autoestima muy alta y el orgullo de un hombre a punto de ser papá. Tan emocionado estaba que le propuso casamiento a su novia. El 11 de diciembre, con su primogénito en brazos, hubo matrimonio civíl y fiesta en su cada de Bernal. Menos de un año después, otra vez fué papá. En la sala de partos del sanatoio Alberdi de Quilmes le prometió a su hija que tampoco a ella le iba a fallar.

     Por un tiempo, y con los dos bebés, sintió que era inmensamiente felíz. Pero la moto no daba mucha plata, los chicos crecían y las necesidades también. La crisis argentina de fines de 2001 le pegó fuerte y estuvo a punto de ir a Plaza de Mayo a golpear una cacerola. Finalmente no fue. También se rompía en pedazos.

     La paternidad lo había vuelto más seguro y responsable, a la vez había reabierto las heridas.

     La plata no alcanzaba y las discusiones por el matrimonio sobraban.

Marcos sentía que defraudaba a su mujer. La separación no tardó en llegar. Se mudó de vuelta con su tía y con él se mudaron todos los fantasmas.


Marcos (En latencia)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora