Era cierto lo que decía Carlotto, la Negrita era, como la describía, una morocha muy linda. Menuda, delgadita, mezcla de nena inocente con mujer fatal. Bastante audaz, vestía remeras cortas y dejaba a la vista su panza. Era también un poco arrabalera, hasta se diría que poco femenina. Prefería andar por la vida a cara lavada y hablaba en forma desprejuicida. Con Hugo iban siempre de a dos. Él no llamaba la atención aunque las mujeres lo veían guapo. Estudiaban juntos en la Facultad de Medicina y juntos militaban en la Juventud Universitaria Peronista. A principios del ciclo lectivo de 1975 la Negrita les contó a sus compañeras de facultar que tenía un ataque de hígado "insportable". Comía desaforadamente y vomitaba todo el tiempo.
—Mi mamá me dice que es raro que tenga tanta hambre si tengo un ataque al hígado -explicaba María Teresa que, a pesar de cursas el tercer año de Medicina, advirtió su embarazo cuando ya estaba de cinco meses.
La anécdota corrió rápido entre el estudiantado, sobre todo entre los muchachos que no dejaban de mirarla, siempre linda y pulposa y con esa actitud de mujer que todo lo puede. Con panza siguió militando, discutiendo sobre política con los compañeros de la JUP y participando en acciones de propaganda. Iba armada con petardos y panfletos que arrojaba en maniobras organizadas para distraer como apoyatura a otras acciones de mayor envergadura. A veces se jugaba un poco más y pintaba paredones con proclamas montoneras o se sumaba a los cortes de las vías del tren y al cierre de los accesos a La Plata en apoyo a alguna huelga obrera.
A pesar del momento, la Negrita se divertía, siempre de la mano de us novio. Incluso se reía cuando junto a un grupo de compañeros tiraron un chancho enjabonado con una bandera de la organización de guerrilla urbana Montoneros en el medio de la Calle 8. Terminaron escapando a las corridas pero ella, Hugo y los demás se lo tomaron con humor, como casi todo lo que hacían. A pesar de que la situación empzaba a ponerse difícil y caían los primeros compañeros.
Ya estaba muy avanzado el embarazo cuando Tere y Hugo se casaron.
Los compañeros de la facultad la vieron a punto de partir cuando terminaban ese ciclo lectivo. Un mes antes de fin de año la pareja alquiló una casa a medias con un compañero de la facultad y de militancia que también se estaba por casar y que era oriundo de la localidad de Mercedes. Los Suárez Veyoda convivieron con la pareja de amigos hasta el 29 de Marzo, cuatro días después del golpe de Estado. Desde Mercedes llegó alguien que les advirtió que fuerzas de seguridad habían allanado las casas de todos los mercedinos con alguna vinculación política, entre ellas la de los papás del amigo de Tere y Hugo. Ahí nomás las dos parejas y Marquitos, que apenas tenía tres meses, desocuparon la casa y cada cual se fue por su lado.
De vez en cuando Tere dejaba al bebé en casa de la abuela materna, Modesta, a quien todos llamaban, cariñosamente, Moreca. Los tíos lo volvían loco, iba de brazo en brazo, lo mimaban, le hacía morisquetas. Cuando regresaba, su mamá lo llevaba a jugar a la plaza Paso, a una cuadra de la casa de su abuela mientras hacía caso omiso a los reproches de todos los parientes que le pedían que dejara al niño permanentemente en la casa.
En octubre de 1976 las Fuerzas SArmadas descubieron las citas nacionales de los Montoneros y las contraseñas de cada una. En el raleo que duró solo 48 horas y abarcó varias provincias cayeron decenas de cuadros de niveles alto y mediano. Cercados, algunos prefirieron suicidarse tomando la pastilla de cianuro. Otros cayeron en combate. Lo que sobrevivieron fueron trasladados a la ESMA.
Teresita cayó en San Andrés, partido de San Martín.
Fue el comienzo de la derrota de la organización cuya cúpula se autoexilió en el exterior.
—No lo voy a dejar con nadie, es lo único que me queda -les decía a todos el papá que sólo circunstancialmente se separaba del niño.
Más o menos esas fueron las palabras usadas por Hugo cuando se cruzó con un ex compañero de facultad con quien había integrado la "jotapé" hasta que se hicieron montoneros. Se toparon de casualidad en la plaza ubicada frente al Teatro Colón, en la Capital.
Marquitos gateaba sobre el pasto. Hugo lo alentaba para que diera sus primeros pasos y cada tanto alzaba sus ojos atento y vigilante.
Lo sorprendió ver a su amigoen ese lugar. Apenas cruazon unas palabras, los dos temerosos de ser descubiertos.
Hugo estaba triste por la desaparición de la Negrita y sólo dijo que estába más o menos bien organizado, que se alojaba con su bebé en una pensión a pesar de que estaban prohibidos los niños y que si tenía que salir lo dejaba al cuidado de la dueña del hotelucho.
Mas o menos eso fue lo que dijo aquella tarde de diciembre de 1976, alrededor de las tres. Estaba allí esperando a su papá, Hugo Suárez, con quien había acordado una cita.
Por seguridad, los amigos no charlaron más de cinco minutos.
Esa fue la última vez que alguien tuvo noticias de Hugo y de Marcos.
Su familia los dió por desaparecidos el 10 de diciembre, día en que el abuelo Suárez había acordado una nueva cita con su hujo y su nieto, a la que ellos ya no asistieron.
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Marcos (En latencia)
Short Story((Relato basado en hecho real sobre la historia de Macos.)) Gustavo, un muchacho de 17 años, al cuál la vida le dá un giro rotundo tras la muerte de Ángela. Quedó solo y salió a ganarse su vida, conoció una mujer, fué papá dos veces y luego la separ...