Acercándose a la verdad. - 2.

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A los doce años Gustavo explotó y la bombardeó con las mismas preguntas para las que no consiguió más que las mismas viejas respuestas.
Había muchas cosas que no entendía y a medida que crecía, entendía menos. Aún como hijo de una enfermera había nacido en su casa auidado por una partera y no en el hospital. Curiosamente la mujer un el cumplían años el mísmo día, el 2 de diciembre. Y no había una sola foto de ella embarazada o de él recién nacido. Las llevaba en una cartera que le robaron en un colectivo, fue la hábil excusa de la mujer.
Cuando pasó los catorce, fue su tía quien le pidió que se sentara.
Tenían que hablar seriamente. No supo por que pero la expresión de Nora le recordó los días de angustia antes de la muerte de su abuela en 1981. Ángela, Nora, la abuela y él habían vivido siempre juntos.
Compartían un departamento chiquito en Don Bosco hasta que por fin se mudaron a una casa más amplia en Bernal de donde nunca más se habían ido. La abuela había muerto poco después de la mudanza.
-Tu mamá está enferma.
Nora tenía los ojos tristes, las ojeras marcadas.
-¿Qué tiene?
-Cáncer -contestó-.
Fué la peor noticia en la vida de Gustavo. Al principio trataron de llevar una vida normal hasta que hubo que internar a Ángela y todo se derrumbó.
Tavo se refugió en su barra de amigos. Se tomaban unas "birras" antes de ir a la cancha a ver a Boca Juniors y terminaban siempre hablando de lo mismo. De fútbol, de "minas", de la enfermedad de su vieja y se quién sería su viejo.
El cáncer es una enfermedad maldita. Lo comprobó pronto Gustavo.
Se alojó primero en un pecho de su mamá y después se quedó con los dos. A Ángela le dolía todo el cuerpo, por momentos se sentía liviana y por momentos como si se estuviera quemando viva.
Los tratamientos terminaban siendo tan crueles como la propia enfermedad. Gustavo sufría con ella cada vez que la sometían a una sesión de rayos. Ángela estaba nerviosa, enojada con Dios y con la vida, y se irritaba fácilmente. Gustavo pensó que era mejor no martirizarla con más preguntas, podía esperar.
En total Ángela peleó tres años y un poco más. Los últimos ocho meses los pasó postrada en una cama de un hospital del barrio porteño de Barracas, bastante lejos de la casa de Bernal. Cada vez que Gustavo la visitaba la veía más flac, más blanca y más enojada. La piel se le fué pegando a los huevos como si el cáncer la devorara por dentro y ya nada quedó de aquella mujer hermosa. Las células malignas se adueñaron de todo su cuerpo y la poseyeron por completo.
Ángela se marchitaba y Gustavo se marchitaba con ella.
Se acabaron los mimos, los regalos, los consentimientos. La pequeña familia de tres se doblegó a los tiempos de la enfermedad y se perdieron los unos a los otros por completo. Nora trabajaba en una farmacia de 8 a 15 ybla otra mitad del día la pasaba cuidando a su hermana y haciéndole promesas para que muriera en paz. Recién los 20 volvía a Bernal. Casi nunca encontraba a Gustavo en casa. Y cuándo estaba no hacía más que tirarse a escuchar música con la vista clavada en el techo de su habitación. De tanto estar sólo empezó a tomarle el gusto de estar todo el día en la calle. Se fue haciendo a su manera y de abajo. A falta de figura paterna aprendía las reglas de la vida mientras escuchaba a los hombres que se juntaban en el bar se un club de su barrio.
      Hizo escuela también con sus amigos que ocuparon el hueco de la familia desmembrada y que fueron convirtiéndose de a poco en sus mejores confidentes, sus hermanos, sus parientes.

Marcos (En latencia)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora