Actos de amistad.

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Cada día, Kórek se volvía un amigo más íntimo, hacíamos más cosas juntas, nos interesábamos por lo mismo y el amor que sentíamos por asesinar era increíblemente compartido. Al fin, un día conocí a su "padre", era un hombre fuerte, grande y ni hablar de su altura, cuando me apretó la mano casi deja de existir esta, se sentía su increíble fuerza bruta con sólo un roce. Nos llevamos muy bien, era un hombre interesante, muy inteligente, hablaba de una forma bella, casi sentía tener un libro en frente. Tenía ideas sobre el asesinato que eran sorprendentes, la belleza de sus palabras tocaban el corazón de cualquier asesino digno, hasta la persona con la moral más irrefutable podría cambiar de opinión con tan sólo escucharlo. El amor que le tenía Kórek se notaba instantáneamente en su forma de hablar, lo quería demasiado, más de lo que yo a mis padres biológicos.

Una noche salimos a dar un largo paseo por la ciudad, era gris, fría, la más deplorable. En el camino, por un solitario lugar se oyó un tenue ruido similar a un grito, con curiosidad nos acercamos al lugar del que provenía, un callejón. Efectivamente era un grito, había un hombre sin pantalones al final del oscuro callejón, forcejando a una joven mujer, ambos nos acercamos corriendo, Kórek con su cuchillo, sin pensarlo, penetró su piel con la afilada hoja, el hombre se desplomó expulsando sangre increíblemente líquida, se desangraría rápidamente. La joven vistiéndose temblorosa y asustada, corrió a salir del callejón dando un grito de agradecimiento. Ya teníamos más libertad con el cuerpo moribundo en el suelo, así que después de cortar sus genitales, sin tardarnos más, desaparecimos del lugar rápidamente, viendo al salir cómo el hombre perdía su conciencia. Nosotros, unos chicos que disfrutaban ver sufrir a los demás ¿Que hacíamos salvando vidas?, algo curioso, pero, para nosotros este era un acto sin motivo, pensábamos que los placeres sexuales no deberían existir, el único placer real estaba en disfrutar el asesinar personas, la violación al igual que el suicidio, es algo indigno de nuestro arte, aquí no se crea arte, sólo se malgasta material con el que podríamos crearlo. Esta fue el primer asesinato en el que participaba, antes, sólo veía como Lumber lo hacía en las clases prácticas pero, hasta ese momento no había estado en uno. Mi corazón latía fuertemente, esto era aún mejor que ver como otros lo hacían, aunque fue una forma no muy digna de arte en la que murió aquel hombre, disfruté eso más que cualquier obra de tortura. Amé ese momento como ningún otro.

Ya era acostumbrado hacer los paseos nocturnos, cada vez que iba a su casa, su padre nos recibía con la cena y siempre después de esta nos leía a Jhon Katzenbach, un autor considerado como psicópata por muchas personas. Esa vez comenzamos un nuevo libro llamado La sombra, donde un hombre que era conocido así, un judío despiadado, que colaboraba con la identificación de otros ciudadanos judíos, para condenarlos a los campos de exterminio. Algo que nos gustaba más que la lectura era lo que continuaba. El padre de Kórek quien era un asesino retirado, nos mostraba los videos que llegó a grabar mientras torturaba y asesinaba personas, llegamos a ver miles de videos, eran algo sorprendente y único, que abría más nuestra imaginación a crear nuevas formas de expresar nuestro arte. Yo era como el hermano e hijo menor de este lugar.

El arte de asesinarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora