Nueve años atrás.
Elizabeth.
08 años.La pequeña Elizabeth caminaba por el campo de flores muy cerca del bosque. Sostenía una canasta en una de sus manos mientras cantaba en su caminar. Había salido de la pequeña cabaña en la que vivía junto con su madre y hermana sin permiso, se dijo a sí misma que no tardaría mucho, recogería unas rosas y algunos frutos, y regresaría a casa para comer lo que de seguro su hermana mayor tenía preparado. Solo tenía ganas de salir a recoger las flores para darlas a su madre y recibir cumplidos si aquella veía que cortó bien los tallos, sin causar mucho daño a la flor.
—Ésta es linda —alagó a una rosa que estaba en su campo de visión. Tomó las tijeras que guardaba en la canasta y la cortó con el cuidado que sus pequeñas manos le permitían tener. Se sentó en el pasto en tanto recortaba algunas rosas más y su pequeño vestido de color azul cielo comenzó a mancharse de lodo.
De repente escuchó un aullido que la asustó, causando que las tijeras que sostenía cayeran de sus manos bruscamente. Confundida y atemorizada se levantó del pasto sintiendo sus pequeñas piernas temblar con miedo. Su mirada se dirigió al bosque, a unos metros de donde ella se encontraba. Desde el lugar hacia donde sus ojos miraban, se escuchaban los gruñidos de un animal salvaje y sus labios temblaron sin saber si debía gritar. Estaba lejos de las cabañas, no creía tener mucha oportunidad. Su madre siempre le había advertido sobre el bosque, sobre acercarse a ese lugar sin ella para protegerla. Siempre le decía que en la profundidad de aquel se encontraba una criatura totalmente tenebrosa que podría llevársela lejos de sus brazos. Tenía miedo.
¿Y si había venido por ella? Elizabeth quiso ver más allá, pero los árboles eran tupidos y no le permitían ver mucho de lo que se escondía tras de ellos. Pero sus ojos pudieron vislumbrar lo que parecían los ojos caninos de un enorme animal que parecía observarla desde las sombras. Ella estaba asustada.
Un gran lobo negro salió del escondite que eran los troncos de los árboles, revelando así su atemorizante apariencia. De un salto se encontró muy cerca de la pequeña Elizabeth, quien por la sorpresa cayó con extrema brusquedad de espaldas al pasto. De sus pequeños labios salió un quejido por el golpe, el lobo lo escuchó.
El animal comenzó a caminar con cautela en su dirección, mientras que el pequeño cuerpo de Elizabeth temblaba y retrocedía a la vez. Su mente no le permitió pensar con claridad en algún método de escape como le había enseñado su mamá. Solo podía temblar mientras veía a los ojos de la bestia que parecía querer comerla. Sus pequeñas manos se lastimaban a medida que se arrastraba por el campo de rosas, llevándose consigo una que otra espina de alguna flor que aplastaba ella sin querer. Como pudo trató de levantarse y echarse a correr, pero rápidamente la pata del lobo la tumbó sobre el pasto con mucha fuerza y esta vez un grito sordo salió de su garganta, causando que por acto instintivo comenzara a forcejear contra aquel lobo. En su cabeza solo había un pensamiento: "El señor lobo me va a comer" Y en su imaginación se formaban escenas como las que narraba un libro que había leído sobre el comer de ese sangriento animal. Pero para su sorpresa el lobo no hizo nada más que olfatear y gruñir en su cuello.
Se quedó estática, pensando que, si mantenía su quietud, el señor lobo se marcharía y que aquello sería una anécdota que contaría a sus hijos, tal cual lo hacía su madre con ella y su hermana cuando les contaba historias.
—Señor lobo, no me coma por favor... —se atrevió a decir en un hilo de voz. Su voz parecía sonar tan dulzona que quizá y el animal podría replantearse el comérsela.
Y cuando creyó que el lobo se iría y la dejaría tranquila porque había quitado su peso de encima de su cuerpo, la pequeña niña comenzó a reincorporarse con precaución hasta sentarse en el pasto. Pensó que se había ido, pero escuchó un gruñido a sus espaldas que una vez más la dejó estática, esperando que ahora si se fuera y no la viera como una amenaza. Pero no fue así. Los colmillos del animal no esperaron más y se incrustaron en el cuello de la pequeña niña, marcándola para siempre.
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El Lobo. [Reescribiendo]
Werewolf[Editando y reescribiendo] El Lobo ama y destruye como tal. Él asecha y te acorrala sin temor. Él es tu destino y no puedes negarte a él. Raymont es un lobo dulce, que a la vez puede resultar aterrador y salvaje. Y Elizabeth es una joven inocente y...