Los ligeros movimientos y el suave viento rozando su rostro y piel expuesta, fueron los causantes de que su mente despertara de un pequeño sueño. Su cuerpo trató de moverse, pero sus manos no emitían movimiento alguno, estaban pesadas y sus párpados se encontraban de la misma manera, impidiéndole hacer cualquier esfuerzo. Podía sentir unas manos grandes, firmes y fuertes que la sujetaban bajo sus piernas y espalda, era una posición cómoda, la misma con la que su mamá acostumbraba a cargarla cuando era una niña para llevarla a la cama. Pero las manos no eran de su mamá, no había nada conocido que pudiera decirle que era ella. El pecho en donde su cabeza descansaba era uno desconocido, firme y al igual que las manos de ese alguien, era fuerte. La sujetaba con una delicadeza y cuidado que le resultaba extraño, desconocido, pero sumamente cómodo. Su mente no lograba reaccionar aún de la presente confusión que había comenzado a desarrollarse en su psique.
Escuchó voces desconocidas que hablaban entre ellas, podía distinguir lo que decían casi claramente y de nuevo trató de abrir los ojos, pero no recibió respuesta alguna a sus esfuerzos.
Comenzaba a sentirse una vez más cansada, como si el estar despierta fuera un esfuerzo demasiado grande para su mente en esos momentos. Cuando pensó que lo mejor sería volver a dormir, su cuerpo tuvo una pequeña descarga eléctrica, como si se tratase de un calambre que prontamente se convertía en hormigueo al sentir el ligero apretón que recibió sobre un costado de su pecho, en el lugar por donde la sostenía quien quiera que lo hiciera, como reafirmando su agarre. No era una sensación que le incomodara, pero le hacía sentir realmente extraña cómo lograba afectarle en sus emociones aquello.
Pero su conciencia parecía agotada y sin querer seguirle la contraria a esta misma, aceptó la petición que le hizo al querer seguir con la siesta que momentos antes estaba tomando sin razón aún aparente, o era así como ella lo creía. Pero antes de dejarse atrapar por el sueño, escuchó los gritos de algunas chicas pidiendo ayuda, gritos desgarradores que le hicieron sentir el horror y sin querer escuchar más de aquello, se dejó llevar por su cansancio y de nuevo, todo fue oscuridad.
Nueve años atrás.
El animal lamió el cuello de la pequeña Elizabeth que se encontraba tirada en el pasto sangrando a través de la mordida que ahora se encontraba adornando su pequeño y estrecho cuello.
Caroline, la madre de la pequeña niña, al no encontrar a su hija por toda la casa y en los alrededores del pueblo, decidió salir a pedir que la auxiliaran en su búsqueda. La mujer tenía un presentimiento, uno que quería creer no era real. De alguna manera sabía que algo le había pasado a su pequeña, algo que era muy malo y no podía estar más preocupada, y desesperada por encontrarla. Tenía miedo de ver aquello por lo que temía tanto dejarla salir de casa sin su compañía.
Junto a varias familias se encaminaron hacia donde posiblemente se encontraba la pequeña niña. El bullicio que hacían los pueblerinos al llamar el nombre de ese bello retoño alertó al joven lobo que se mantenía al pie de esta. Y sin querer tuvo que apartarse dejándola desprotegida en esa inmensidad de flores y espinas que la rodeaban. Quería seguir allí con ella, viéndola, asegurándose de que era real aún, que aún existía y respiraba el mismo aire que él. La tenía ahora, la había marcado antes de tiempo, pero allí estaba y ahora más nadie podría negarle lo que le correspondía por derecho al destino. Se alejó entonces lentamente del cuerpo que yacía inconsciente frente a él y antes de esconderse tras las sombras de los árboles, vislumbró el tono violáceo que estaba tomando la marca, un color que le alertaba que aquella era demasiado débil para soportar su mordida.
Pero las personas habían alcanzado el lugar donde estaba, él ahora no podía hacer más nada.
—¡Allí! —Carlo, un pueblerino, señaló un vestido azul que se veía a lo lejos.
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El Lobo. [Reescribiendo]
Про оборотней[Editando y reescribiendo] El Lobo ama y destruye como tal. Él asecha y te acorrala sin temor. Él es tu destino y no puedes negarte a él. Raymont es un lobo dulce, que a la vez puede resultar aterrador y salvaje. Y Elizabeth es una joven inocente y...