Capítulo 6.

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En la luz del día él lucía diferente.

Lucía más humano, un poco menos bestial de lo que recordaba que era la noche anterior. Ahora podía verlo con más nitidez y se sentía encantada. No podía controlar sus propios sentimientos al verlo así de cerca y sentir su aura salvaje, pero dulce, que se encargaba de llenar todo el lugar en el que se encontraban. Todo de repente se llenaba de su aroma, de su tensión, de su sonrisa lobuna y sus ojos rubíes que la miraban de forma encantadora, como si ella fuera la joya en ese lugar cuando en realidad eran sus ojos rojos los que parecían una.

Los latidos de su corazón volvieron a sonar ruidosos en sus oídos por la emoción, no sabía qué tendría que hacer o si realmente estaba segura allí, con él viéndola como si fuera el ser más precioso en la tierra, con tanta adoración, con una adoración distinta a como su madre la veía. Se sentía bien, se sentía bien sentirse así y verlo por mucho que tratara de decirse mentalmente que podía estar en peligro, por mucho que las palabras de su madre diciéndole la amenaza que representaban esas criaturas, se repitieran en la profundidad de su conciencia.

¿Estás bien? —preguntó el hombre tomando asiento frente a ella en el comedor. Había notado cierta tensión en la aún sonrojada Elizabeth que se encontraba frente a él y no podía evitar sentirse ansioso al verla así.

Elizabeth solo asintió con su cabeza, no quería pronunciar palabra alguna ahora que se encontraba con él así, con tantas personas alrededor pendientes de ellos dos. No quería que escuchara de nuevo su voz torpe y fea, no alguien como él que lucía tan perfecto y tan poco humano, en comparación a ella que no tenía ninguna muestra de algo bello que brindar a sus ojos. Ni siquiera lograba entender aún por qué la quería a ella, por qué la había reclamado si estaba llena de imperfecciones, si no podía ofrecerle nada.

Su rostro se contrajo en una expresión triste mientras apartaba la mirada de él ahora, pasando a mirar a sus piernas y jugar con los dedos de sus manos nerviosamente sobre sus rodillas.

¿Cuándo podría salir de allí? ¿Cuándo podría sentirse bien y correcta con ella misma? ¿Cuándo podría dejar de sentirse confundida y de contradecirse en torno a sus sentimientos hacia él?

Raymont no quiso presionarla cuando percibió su miedo, tristeza y nervios. Mantuvo el silencio al igual a como lo había hecho ella, no quería empeorar más la situación, menos cuando en su interior sentía que podría ser aceptado, que toda la situación podría arreglarse y que todo el malestar se acabaría con que Elizabeth lo mirara con los mismos ojos de amor con los que la miraba él. La había anhelado durante toda su vida como para permitirse llevar todo por un peor camino del que ya había tomado. Solo tenía que hacerse responsable de sus errores ahora y solucionarlo, después de allí, volver a comenzar y tenerla a su lado como quería tenerla. Sin odio y con amor. Siendo su luna y él siendo por completo de ella.

La comida después de un rato fue llenando la mesa con una gran variedad de aperitivos para ambas personas que se mantenían sin decir alguna palabra. Raymont no tenía realmente hambre, nada de lo que había allí le apetecía. Solo quería oírla, escuchar su voz dulzona llenándole los sentidos y con eso tendría suficiente para toda la vida.

Elizabeth, por el contrario, sentía retumbar su estómago por la falta de comida pero no sabía qué tomar. Todo estaba lleno de platos que jamás en su vida había visto. Solo conocía el pan con mermelada casera y las sopas de verduras o champiñones que hacía su madre, con una que otra pieza de carne que recibía la mujer rara vez. Más allá de eso no podía distinguir nada. No sabía nada.

Sus manos temblorosas pasaron a moverse dudosamente por la mesa en búsqueda de pan con mermelada que era lo único que le provocaba confianza. Tenía que comer, no podía matarse de hambre si quería tener fuerzas en algún momento para salir de allí una vez se reuniera con su madre. Podía hacerlo, ella podía. Y al tomar lo que había escogido para comer, se lo llevó a la boca apresuradamente para tratar de aliviar sus nervios. Aún sentía la mirada insistente de Raymont sobre ella y eso no le ayudaba para nada en mantener la calma. Podría mostrarse así de amable con ella, menos animal y más humano, pero no quería decir que realmente estaba a salvo, podría ser mentira, una forma para engatusarla y comérsela.

El Lobo. [Reescribiendo]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora