Verlo se sentía como si toda su vida no hubiera aprendido a respirar correctamente.
Era un shock importante para ella reconocer el sentimiento de alivio que la llenaba cuando estaba cerca suyo, cuando su profunda mirada la veía con atención y su inconfundible aroma tocaba por fin sus sentidos. Lo que antes era normal y estaba bien, ahora no tenía sentido si comparaba cada una de esas cosas con él.
Raymont era lo único que podía ver, sentir y anhelar. Y eso se sentía bien.
Respiró profundamente cuando lo vio acercarse a ella, lentamente, con su mirada de depredador viéndola de una forma que no es normal para una presa. Se veía increíble y sintió sus manos picar por las ansias de sentirlo contra su piel. El hombre vestía pantalones oscuros y camisa blanca que se ajustaba a su imponente figura, su cabello estaba ligeramente despeinado, como si lo hubiera sacudido adrede y era justo en este hecho, que podía visualizar la parte de lo que podría ser lo salvaje en él. Porque siempre se veía impecable, perfecto, no tenía la imagen de lo que ella siempre pensó que sería una bestia. Raymont era exquisito, se deleitaba viéndolo de una forma que jamás pensó que vería a un hombre y todo en ella pedía por estar cerca suyo, por dejar que sus grandes brazos la tomaran y se abrazara a ella.
¿Se sentía él de la misma forma en que se sentía ella cuando lo miraba? ¿También era extraño para él si ese fuera el caso?
—Mein schatz —Mi tesoro. La voz enronquecida del hombre provocó un escalofrío en ella. No sabía lo que significaba lo que había dicho, pero sintió en su cuerpo la forma en que esas palabras eran acariciadas para ella.
—¿Mh? —pestañeo hacia él curiosa, tratando de disimular el caos de los pensamientos en su mente. Raymont sonrió e inevitablemente Elizabeth soltó un suspiro cargado con sus sentimientos.
¿Era natural que alguien pudiera verse tan bien sonriendo?
Raymont tomó una de sus manos y la llevó hacia sus labios. Esos labios carnosos que aún podía sentir sobre su cuerpo besándola y arrancándole sonidos que se escuchaban como el pecado mismo. Era malo para su corazón el estar tan alterado, lo sabía, pero no podía hacer nada por detener los latidos que brincaban de emoción cuando él se encontraba cerca. Besó el dorso de su mano y deseó sentirlo en otro lugar.
En mis labios. El sonrojo estalló sobre sus mejillas cuando se escuchó a sí misma pensando de forma atrevida.
—¿Sucede algo? —preguntó el hombre mientras se apartaba de forma dolorosamente lenta de su mano. El aliento de su voz le erizó la piel y, una vez más, un suspiro lleno de gusto que no pudo controlar salió de sus labios—. Es bueno saber que no te desagrada tenerme cerca —soltó una pequeña risa el hombre y sus piernas temblaron, fijándose atentamente en la forma en que su pecho se movía y sus ojos se cerraban ligeramente mientras reía, pero sin perderla de vista.
Su mirada estaba llena de ternura hacia ella. —En un momento nos traerán la cena —Elizabeth asintió de forma lenta a sus palabras.
Sintió una mano grande sobre la zona de su espalda baja cuando él se acomodó a su lado. Elizabeth le miró de reojo cuando él la invitó a avanzar a su lado hacia el gran comedor que había en la enorme habitación. Todo estaba bellamente adornado; el candelabro que colgaba del alto techo sobre ellos iluminaba la habitación como si el hombre hubiera bajado a la luna misma para que los acompañara en su comer. Había una gran ventana al fondo del comedor que daba vista a lo que parecía un enorme jardín y, no muy a lo lejos, un invernadero.
¿Podría ir algún día allí? La curiosidad le picada en el cuerpo y aún más por lo hermoso que parecía ser todo, incluso cuando desde el lugar donde se encontraban no podía ver demasiado.
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El Lobo. [Reescribiendo]
مستذئب[Editando y reescribiendo] El Lobo ama y destruye como tal. Él asecha y te acorrala sin temor. Él es tu destino y no puedes negarte a él. Raymont es un lobo dulce, que a la vez puede resultar aterrador y salvaje. Y Elizabeth es una joven inocente y...