Capítulo VIII: Las malas decisiones de Mikey Way

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Mikey no sabía como terminó en aquel lugar del demonio, pero ya era demasiado tarde para volver tras sus pasos; ni siquiera quería hacerlo. Simplemente necesitaba ahogar sus penas y por esa misma razón sus pies le dirigieron inconscientemente a ese bar a altas horas de la noche.

Un chico de su edad no debería estar allí ni debería tener permitido beber, mucho menos alguien en su estado, pero el sujeto de la barra no pareció importale lo joven que se veía y se limitó a escuchar que era lo que quería beber. Pero Mikey no tenía idea de que ordenar, nunca había estado en un lugar como ese y por ende le pidió al sujeto que le trajera algo para olvidar sus problemas, al menos por esa noche. El hombre asintió y pocos segundos después reapareció con un pequeño vaso de cristal lleno hasta el tope de un líquido transparente que parecía agua. Obviamente sabía que no era agua, había visto en una película que en realidad eran tragos de vodka. Jamás había probado el vodka, pero suponía que siempre había una primera vez para todo.

No pudo evitar llevar una mano a su vientre cuando estuvo a punto de dar el primer sorbo, tal como si su inconsciente quisiera prevenirlo. Sabía muy bien que el alcohol no era nada bueno para el embarazo y que sería mejor no hacerlo. Después de todo una vida estaba creciendo en su interior, su hijo, y lo único que haría sería perjudicarlo. Por un breve momento de razonamiento no quiso hacerlo y alejó el trago de sí, ¿en qué mierda estaba pensando?

Como cruel acto del destino, su teléfono volvió a vibrar en su bolsillo trasero y de mala gana lo sacó. Tal como había esperado que sería se trataba de Frank. Pero Frank era la última persona con la cual quería hablar, había ignorado sus llamadas y mensajes todo el día después de recibir la devastadora noticia de que sería tío de un niño que literalmente era el hermano del bebé que estaba cargando en su vientre. Pues Frank también iba a tener un hijo con Gerard.

Ese hipócrita, maldijo Mikey para sus adentros. Hipócritas ambos. Ellos criarían al niño juntos y formarían una familia, lo habían dicho en su cara. Mientras que él... Él no tendría nada, se quedaría solo y tendría que arreglárselas por su cuenta.

Gerard siempre había sido mejor que él en todo; siempre obtenía mejores calificaciones, mejores ofertas e incluso sus padres le querían más. Mikey lo sabía, ellos no lo decían pero lo veía con sus ojos. Y ahora también le quitaba a la única persona que se mostró interesada en él, la misma persona que le había dicho que lo amaba y terminó por causarle daño. Eso era todo lo que podía soportar, los recuerdos de aquella situación de porquería inundaron su mente de nuevo y necesitaba borrarlos. Así que no escatimó nada y dejó de lado todo pensamiento coherente.

Bebió el alcohol del pequeño vaso de un sólo trago. El líquido le quemó al pasar por su garganta. Era amargo y fuerte, no se comparaba en nada a cualquier otra bebiba alcóholica que hubiera bebido antes y le gustó.

— Tráeme otro —le dijo al hombre. Bebió de la misma forma los otros dos tragos que ordenó. Ya estaba comenzando a sentirse algo mareado pero no le importó, a pesar de que una vocecita molesta en su cabeza le decía que estaba mal. Mikey simplemente la ignoraba, ¿qué tan mal podría hacerle?

Cuando estaba por ordenar su quinto trago de la noche, la voz de una persona habló a su lado— ¿No eres demasiado joven para estar aquí?

Mikey ni siquiera sabía cuando había llegado aquel sujeto. Quizás había estado allí desde siempre o quizás hace apenas un minuto, no lo sabía, pero de cualquier forma soltó un bufido.

— Nunca sé es demasiado joven para beber —respondió de manera cortante.

El otro solo soltó un risita— Está bien, lo siento. No quería ofenderte. Supongo que no eres joven si tienes la suficiente responsabilidad para saber las consecuencias de beber.

Poligamia ↠ Frerard/Frikey Donde viven las historias. Descúbrelo ahora