Lo perdió, su gran tesóro, lo que en la vida más amaba. No se imaginó, ni por la mente le pasó que la perdería.
Dijeron que fue un error, no era a ella a quien buscaban, pero aún así murió.
La perdió...Ya no le interezaba nada, no tenía miedo de ir a prisión, ni de morir; ya que importaba lo que le pasara, le daba igual.
Vagaba por las calles, no pensaba en nada, bueno si, en ella, todo el tiempo.No sabía que hacer, y llegó a su mente el interez, la pregunta: ¿Qué se siente?
Lo intentó, buscó a alguien y lo logró, encontró satisfacción, le agradó. No podía dejarlo, ya era como una droga a la que le era fiel. Le parecía un tanto exquisito tenerlos entre sus manos, ver como se les iba la vida en un instante. Encontraba una extraña sensación de gozo en esa acción, y sólo por eso no lo dejaría de hacer. Pero ¿Quién era él para decidir cuando terminarian sus tiempos? ¿Qué le daba el derecho?Ellos eran inoscentes, como ella, su esposa y el hijo que llevaba en el vientre...
Ellos eran inoscentes.El hombre fue buscado, más núnca lograron encontrarlo. Era hábil y astúto, no pudieron alcanzarlo.
Silencioso y misterioso. Temído, pero también adorado por muchos. Juzgado demasiado, y entendido por otros.Tenía ya bastante tiempo de experiencia, años de lo mismo.
Sus pensamientos no se detenían ahí, su curiosidad, la duda, iban más allá. Ahora quería saber lo que ellos sentían.
En el que sería su último día, tomó una soga, la amarró del candelabro, la pasó por su cuello, con un brúsco y violento movimiento, se dejó caer.
Sintió lo que ellos...Las personas no sabían las razones del porque o no querían darse cuenta.
Muchos lo admiraban por su valor, pero no era valor, el perdió lo más importante en su vida, no tenía razones para seguir. No era nadie, estaba vació, era solo...
Él.