Desperté muy tranquila, como cualquier mañana, pero esta vez no lo hizo un rayo de luz, ni el despertador, ni siquiera fueron las aves; fue un silvido, tranquilo, menudo y muy largo, era el sonido del aire corriendo entre las hojas de los árboles. Como olas inmensas en el mar.
Pero yo no conocía ese lugar.Me levanté y miré a mi alrededor, solo árboles, demasiados, un bosque tal vez.
Un camino pequeño, que seguía recto. Ni siquiera el ruido de los animales o aves, nada, solo el silvido de los árboles y las hojas al rodar lento por el aire un tanto siniestro.
Solo caminé y caminé para encontrar una salida, ya que andar entre el bosque no era opción. En los árboles habían letreros viejos con frases:No dejes el sendero...
Pero no podía evitar tener miedo; no veía el sol, solo esa luz un tanto gris, cenicienta. Y los árboles, siempre alrededor del camino.
Parecía ser otoño, porque las hojas caían continuamente; pero eso no me distrajo, seguí caminando aunque nada cambiaba, aún así continué, hasta ver aquella luz tan nítida, no era como la del sol o la de una vela encendida, pero brillaba mucho, seguí hasta ella sin dudar, logré llegar, era muy fuerte; caminé y pronto me ví en una calle sin saber como, estaba confundida y un poco aterrada.
Ya estaba de vuelta...Vuelvo ahí cuando quiero, aunque ir acompañada no puedo, lo e intentado, pero siempre fracaso, quiero, pero no puedo compartirlo, es como si fuera hecho para mi.
Ese lugar de no se quien, de no se donde, no se cuando.