Capítulo 2: Pacto

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― ¿Me has llamado? ―preguntó...el demonio.

Luna lo miró casi estupefacta, cómo si ella no tuviese nada que ver con su aparición. Echó un ojo a su alrededor cómo pudo. El conductor, aquel hombre que se había transformado en un asesino, estaba muerto, igual que todos los demás. Ella lo había matado. De forma directa o indirecta, lo había hecho.

Repuso en la pregunta del demonio. Claro. Claro que lo había llamado. Pero no se lo diría de esa forma. No si quería vivir el tiempo suficiente para lograr los dos únicos objetivos que le quedaban en la vida. Además, la presencia de un ser proveniente del infierno atemorizaría a cualquiera. Y ella no era una excepción.

―S-Sí...―respondió.

―Menos mal, no estaba seguro ―dijo él poniéndose en pie con suma tranquilidad―. Llevaba tiempo sin recibir una llamada de un humano. ¿Solo querías que me cargase a ese tío? ―señaló al conductor―. Espero que no. Qué aburrido.

No. No era el único a quien quería darle fin. No lo era pero... ¿Por qué se sentía tan terriblemente mal de repente? Porque había matado a un hombre. No de forma directa, pero lo había hecho. Se había transformado en aquello que tanto odiaba. Una asesina. Se había puesto al mismo nivel que el conductor.

―Tienes muchas dudas ―dijo el demonio―. Me molesta.

― ¿Hasta dónde podrías llegar por mi alma...? ―le preguntó con inseguridad.

Por supuesto que no. Llamar a un demonio no era cómo llamar a tú madre y pedirle que te comprase algo en el supermercado. Para poder recibir la ayuda de un demonio, tenías que darle algo a cambio. Y ese cambio podía o no ser justo. Y ella no sabía cuan justo podría ser el trato que estaba a punto de hacer. Bajo los ojos de los demonios, las almas tenían distintos precios. Según su precio, actuarían de una forma u otra.

―Pídeme lo que quieras ―se sorprendió ante su respuesta―. Pero hazlo rápido, porque estás a punto de morir. Vamos, habla.

―Sálvame ―le pidió―. Sálvame y ayúdame a vengarme. Es lo único que te pido, después podrás devorar mi alma o jugar con ella todo lo que te plazca.

El demonio sonrío y dejó escapar una pequeña risa arrogante.

―No lo dudes.

➖🎃➖

Cuando despertó, lo hizo en su habitación. Al principio, confusa, se preguntó que hacía allí, pero no tardó en recordar todo lo que había ocurrido. En el instituto habían organizado una excursión, y durante el trayecto en autobús, el conductor había intentado suicidarse junto con ella, sus compañeros y los profesores. Al final habían muerto todos.

Menos ella.

― ¿Piensas estar más rato sin decir nada?

La voz la sobresaltó, haciendo que se incorporase de golpe en la cama, y que sintiese un agudo daño en el brazo izquierdo y en las costillas. No le hizo falta mirarse para saber cómo se encontraba, pero si tuvo que mirar al demonio. Estaba sentado en el pequeño sofá de su habitación, mirándola con cara de aburrimiento. Daba pequeños golpecitos en el suelo con el pie.

― ¿Qué hago aquí...?

―De momento, nada. Así que venga, dime lo que quieres.

Frunció un poco el ceño ante la impertinencia del demonio. Pero, ¿qué esperaba? Era un demonio. No la trataría con amor y dulzura.

―Necesito que...―tragó saliva―. Necesito que...que acabes con alguien. Y que encuentres a ciertas personas para acabar con ellas también.

― ¿Empiezo por tú padrastro? ¿Me lo cargo?

― ¿Cómo...?

―Has estado inconsciente dos días y el tío ese se pasó por aquí unas cuantas veces. Le das bastante asco. Supongo que te pega o algo así, ¿no? Típico.

Apretó los puños sobre sus piernas. Esa forma tan maleducada y poco delicada de hablar no le gustaba. Y tampoco le gustaba que hablase cómo si lo supiese todo. Pero sobretodo le molestaba que hubiese acertado con tanta facilidad.

En efecto, le pegaba. Cuando su verdadero padre murió ―o más bien, cuando lo asesinaron―, su madre no tardó en casarse con Robb Suárez, un viejo conocido con muchos negocios y dinero. Al principio le parecía un buen hombre. Parecía serlo. Pero no tardó en descubrir que todo su ser era una fachada. En su primera discusión a solas, después de que él hubiese estado bebiendo más de la cuenta, le pegó.

Cuando eso ocurrió, quiso pensar que lo hizo casi de forma inconsciente. Que estaba borracho y había tenido un mal día. Pero ojalá hubiese sido eso. Un triste y desagradable recuerdo. Las discusiones aumentaron cada vez más, y fueron creciendo de envergadura. Cada vez que su madre no estaba presente, él se aprovechaba de la situación y le pegaba. Para asegurarse de que no decía nada, le amenazaba diciéndole que la dejaría en la más profunda ruina junto con su madre. Y que la humillaría delante de todo el mundo.

―Está trabajando, sería interesante matarlo delante de todos sus empleados.

La voz del demonio la sacó de sus turbios pensamientos.

Lo miró.

― ¿Cómo sabes que está trabajando ahora?

―He estado dos días por aquí sin hacer una mierda, me ha dado tiempo de descubrir muchas cosas ―le respondió, pasándose los brazos por detrás de la cabeza―. ¿Quieres qué lo mate o no?

―Sí ―dijo con un tono más fuerte del que pretendía, arrepintiéndose al instante―. Perdón ―se disculpó al momento, sin ni si quiera darse cuenta―. Pero no ahora, no...Él no se merece una muerte rápida. Además...Hace varios años mi verdadero padre murió. O eso es lo que me quisieron hacer creer, pero yo sé que lo asesinaron. Quiero que encuentres a esos asesinos y me los traigas ―le explicó.

Puede que le estuviese pidiendo demasiado. A los demonios se les daba bien matar y matar, pero no eran detectives privados. Era imposible que pudiese encontrar a las personas que mataron a su padre. Pero de alguna u otra forma podrían descubrirlo.

―Está bien, tu padrastro y los tíos que mataron a tu padre ―concluyó el demonio, poniéndose en pie―. ¿Sabes cómo va esto, no? En cuanto cumpla lo que me pides, despídete del mundo. No habrá vuelta atrás.

Lo sabía. Lo sabía demasiado bien. Se había metido en la boca del lobo, y nadie le ayudaría a salir de ella. Aun así, tampoco es que quisiese escapar. Estaba a punto de cerrar un pacto con un demonio. No merecía ningún tipo de piedad o perdón.

―Tampoco es que pueda echarme atrás ahora... ¿Ya eres dueño de mi alma, verdad?

―Chica lista.

Se levantó y se acercó al demonio. Si había conseguido sobrevivir, era porque él lo había querido de esa forma. En una situación normal, hubiese muerto, o en ese momento sería incapaz de moverse por sí misma. Pero no estaba en una situación normal. Estaba delante de un demonio. Un ser maligno que solo estaba allí para poder devorar su alma de la forma más pacífica posible.

<<Aunque hay algo raro en él...>>

―Mi alma es tuya ―le dijo, extendiendo su mano.

―Lo es.

Un último deseo...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora