Capítulo 4: Revelación

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Silencio.

El silencio había regresado.

Cuando Luna abrió los ojos, todo estaba oscuro. No veía nada, y sentía una extraña presión en el cuerpo que le impedía moverse. Ni si quiera podía pestañear. Por motivos que desconocía, se encontraba aturdida y tenía ganas de vomitar. La cabeza le daba vueltas, incapacitándola de pensar en cualquier cosa en concreto durante varios segundos seguidos. Parecía estar en un campo de nubes eléctricas.

―No soy alguien con quien os podáis permitir jugar ―dijo él.

Había sido la voz del demonio. Seguía sin poder verlo, pero por lo menos había logrado oírlo, dándose cuenta de que hasta que su voz no sonó, tampoco era capaz de escuchar nada. Cómo si hubiesen bloqueado todos sus sentidos básicos.

―Tú...―murmuró alguien casi sin aliento―. ¿Qué clase de demonio eres...?

―Para vosotros, uno especial. Cómo ya os he dicho, no soy un demonio...Pero tampoco dejo de serlo ―repitió―. Hay preguntas de las cuales vosotros, los seres humanos, jamás tendréis respuesta. Pero bueno, es lo que hay. No te queda más remedio que joderte, así que...nos vemos.

Cuando Luna pudo empezar a ver, lo hizo porque la extraña oscuridad que la envolvía empezó a desvanecerse. Era como si dicha oscuridad estuviese compuesta por sombras. Nunca había visto nada parecido.

Los cadáveres de los exorcistas no tardaron en ser visibles. El demonio se había encargado de matarlos, eso era más que evidente, pero algo en ellos les llamaba la atención. No tenían ningún tipo de herida. Al menos ninguna exterior, ya que de sus bocas aún salía sangre fresca.

Una tos la despistó. Se encontró con la mirada llena de miedo e impotencia de su padrastro. Estaba vivo, pero a diferencia de los demás, si tenía heridas exteriores. Miró al demonio cuando éste se acercó a él.

― ¿Lo haces tú o lo hago yo? ―le preguntó, cogiéndole del pelo y levantándolo, exponiendo su cuello―. Aunque podríamos torturarlo y dejar las grabaciones sobre su cadáver tal y cómo habías pensado. Sería divertido, ¿no te parece?

― ¿Por qué no me dijiste que podía verte...? ―le dijo ella sin alzar el tono de voz.

― ¿Y por qué dabas por hecho que no podrían verme? Qué estúpidos podéis llegar a ser los humanos. Confundís a los espíritus malignos con los demonios. En principio los demonios no podemos volvernos invisibles, cómo si no existiésemos. Otra cosa muy diferente es que podamos camuflarnos de una forma u otra. De ti y del pamplinas este aún me lo esperaba, pero estos exorcistas... ¿de dónde se supone que han salido?

Ignorando su propia desinformación sobre temas demoníacos, se centró en la pregunta del demonio. Era cierto. ¿De dónde habían salido esos exorcistas? No eran de la organización antidemoníaca de la ciudad. Ni de lejos. Su uniforme no era el mismo, y su forma de actuar y de enfrentarse a un demonio, había sido nefasta. Aunque pese a eso...habían conseguido que perdiese todas las esperanzas de un momento a otro.

― ¿De dónde han salido? ―le preguntó a su padrastro.

―Son de otra organización nueva...De las afueras ―respondió a duras penas.

― ¿Y qué hacen aquí? Si sabías que había un demonio, ¿por qué no has llamado a la organización de la ciudad...? ―quiso saber.

―N-No puedo hablar.

¿Cómo? ¿Qué no podía hablar?

Se acercó a él con pasos de gigante y lo estampó contra la pared.

― ¿¡Quienes son ellos!? ¿¡Qué organización!? ―gritó.

Él tragó saliva.

El demonio miraba la situación con cierta diversión.

Y ella...Ella estaba a punto de perder el control. En el fondo no quería saber nada.

―Vienen de la organización que hace unos cuantos años intentaron hacer volar por los aires a...Y-Ya sabes a qué me refiero. Estaban a mi cargo. Quieren invadir la ciudad, dominarla y controlarla a su gusto ―explicó con pocas palabras.

―Tú...tú...―apretó su cuello entre sus dedos―. ¿¡Fuiste tú quien mató a mi padre!? ¿¡A tú propio hermano!? ―gritó de nuevo, empezando a llorar.

―N-No...no fui yo, n-ni si quiera fueron los miembros de la organización ―logró decir él con muchos problemas. Luna aflojó un poco el agarre―. No fue un ser humano lo que mató a tú padre ―ella abrió los ojos de par en par―. En efecto, fue un demonio. Pero no un demonio cualquiera...fue un Gua-.

De repente su cara y su cuerpo se tensaron y expulsó una enorme cantidad de sangre por la boca, quedándose en el sitio, sin poder terminar de decir las que eran algunas de sus últimas palabras.

―Los planes cambian un poco, ¿no? ―le dijo el demonio.

Luna lo soltó. No se molestó en gritar ni en pedirle que terminase su frase ya que no serviría de nada. Estaba muerto. Por fin estaba muerto. No supo por qué, pero su cuerpo reaccionó completamente solo. Empezó a reírse a carcajadas. Todo lo que había estado creyendo durante todos esos años, los posibles asesinos a los que había investigado...No le servía para nada.

Y su padrastro. Su tío. O Robb a secas. Le había deseado tantas veces la muerte que se le hacía extraño verle muerto. Ahí, delante suya, con la cara desencajada. Al final parecía haber acabado muriendo igual que esos exorcistas de pacotilla.

― ¿Es más fácil encontrar a un humano o a un demonio?

―Oh, sin lugar a dudas a un demonio. Los humanos os escondéis a la mínima que alguien quiera partiros la cara. Pero puede ser complicado si el demonio se va moviendo entre este mundo y el suyo, o incluso si va a otros ―respondió.

―Pues quiero que lo encuentres. Yo misma me encargaré de acabar con él con mis propias manos...Será mi última acción en este mundo o en otro.

El demonio río con burla.

―Bueno, bueno, si eso es lo que quieres, yo no te voy a decir que no ―se mofó.

―Hablo en serio ―dijo ella decidida, mirándole directamente a los ojos.

―Me parece bien ―aceptó―. Que por cierto, ¿tienes una foto por ahí de tu padre? Es que no tengo ni idea de quién es. Con la foto puede que hasta sepa quién lo mató.

Luna fue a buscar una foto de su padre y cuando regresó se la dejó al demonio. Éste se quedó casi petrificado al ver la foto.

― ¿Qué? ¿Qué pasa? ¿Lo conoces? ¿Sabes quién lo mató?

―Joder, macho...―se quejó.

― ¿Qué? ¿Joder qué? ―insistió ella, poniéndose cada vez más nerviosa.

―Es la primera vez que me pasa esto ―prosiguió él sin responder.

― ¿Qué te pasa el qué?

Él resopló y le devolvió la foto.

―Fui yo ―le dijo de repente.

― ¿Eh...?

―Yo lo maté.

Un último deseo...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora