Maldito infiel

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Mire el reloj, llevaba media hora esperando un bus para volver a casa y por allí no había pasado ninguno, estaba claro que ese no era mi día. Ya estaba hasta el moño de esperar así que decidí ir andando. Cuando ya me había alejado tres calles de la parada, vi pasar por mi lado el jodido bus, ¿se puede saber que tiene hoy contra mí el mundo? Iba tan concentrada en maldecir todo lo sucedido en este día, que cuando levante la vista para ver donde estaba, me encontraba totalmente pérdida. Abrí mi bolso en busca de mi móvil de última generación, solo tendría que activar el GPS y el móvil me indicaría el camino a casa o al menos a una calle conocida para mí. Comencé a sacar cosas de mi enorme bolso: un paquete de pañuelos, las llaves, un libro, que debería haber devuelto a la biblioteca hace dos semanas, un bolígrafo, una libreta, mi kit de maquillaje para emergencias...Continué sacando cosas hasta que mi bolso estuvo completamente vacío pero no había rastro de mi teléfono. ¿Cómo era posible que tuviera un catalogo del Ikea de hacía dos meses y no tuviera mi móvil?

Completamente pérdida en una zona de la ciudad completamente desconocida para mí y sin teléfono solo me quedaba esperar a que alguien me echara en falta y llamara a la policía. ¿Cuánto tiempo tardarían en encontrarme dos, tres días? No estaba dispuesta a quedarme sentada allí en el suelo esperando, más que nada porque en el cielo había unas horribles nubes negras dispuestas a descargar en cualquier momento.

Vi una cafetería a un par de metros de donde me encontraba. Era mejor que estar sentada en la calle como una sin techo. Me levante y antes de ir a la cafetería me asegure de que tenía dinero.

Entre en la cafetería, era un lugar realmente oscuro y minúsculo. Las paredes estaban pintadas de color verde musgo y el suelo cubierto por una moqueta marrón, que hacia juego con mis botas. En el techo había dos lámparas, una de ellas fundida, no parecía una cafetería sino uno de esos lugares donde se reúnen los mafiosos. El lugar estaba realmente abandonado solo estaba allí la camarera, un señor de unos ochenta años leyendo el periódico y una pareja de enamorados sentados en una mesa al fondo de la cafetería. Me senté en la mesa más cercana a la puerta, no es que no me fiara de la gente de ese lugar... bueno la verdad es que no me fiaba. Pocos minutos después se acerco a mí la camarera, una mujer de unos cincuenta años, con los dientes amarillos y muchas arrugas en la cara. Llevaba puesto un vestido de cuadros rojos atado al cuello con un escote muy pronunciado y unas botas de vaquero también rojas.

-Hola preciosa, ¿Qué quieres tomar?- dijo con una voz ronca más propia de un camionero.

-Un café mediano con dos sobres de azúcar, por favor.

La mujer asintió y se alejo en dirección a la barra. Cuando paso por al lado de el hombre de ochenta años este le toco el culo y le dedico una sonrisa picara. Esto era cada vez más raro, saque de mi bolso el libro, el que debería haber devuelto a la biblioteca hace dos semanas, y comencé a leerlo. Al rato regreso la camarera con mi café y una magdalena, por cuenta de la casa. Acerque el café a mi boca para darle un sorbo, pero me fije que echaba mucho humo así que decidí volver a colocarlo en el plato. Mire a la magdalena de reojo, no tenía muy buena pinta pero tampoco quería hacer un feo a la mujer así que cogí un pañuelo la envolví y la metí en el bolso disimuladamente. Se la daría al perro de mi vecina cuando regresara a casa, si regresaba. ¿Qué podía pasar? ¿Qué el perro se muriera? mejor él que yo.

Una risa conocida capto mi atención, venia de la mesa del fondo. Me gire para mirar quien era. ¡No me lo podía creer! ¡Era Álvaro y la mujer que estaba sentada con el no era María! Maldito carbón infiel. Me levante dispuesta a cantarle las cuarenta, pero me detuve en seco, necesitaba pruebas para que María me creyera. Me senté de nuevo, ¿Cómo conseguiría pruebas? Si hubiera traído mi móvil podría sacar fotos. Necesitaba una idea y la necesitaba ya. Tome la taza de café entre las manos y le di un sorbo.

Mi nombre es HalailaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora